El paciente en su laberinto / Klever Silva Zaldumbide
Hoy he querido prestar atención a la idiosincrasia de una gran mayoría de nosotros, indistintamente de la franja social o cultural a la que pertenecemos.
El hombre no puede sobrevivir sin saber cómo actuar y quizás por eso es que tuvo asidero en la palabra responsabilidad, por tanto, el hombre es responsable de sus acciones y omisiones, siendo la razón de esa responsabilidad la libertad de su voluntad y la conciencia de sus hechos. Pero gracias a una curiosa “forma de ser” tenemos que cargar a cuestas conductas que traducen una gigantesca irresponsabilidad inintencional de frente a nuestra salud, y digo inintencional porque a veces, parece que se nos ha inculcado dichas conductas con intereses e intenciones atentatorias en contra de ésta, poniendo en ventaja el consumismo irremediable de una generosa cantidad de medicamentos que quizás podrían no ser necesarios si acudimos oportunamente a nuestro médico de confianza “a tiempo”. Acudimos al especialista ya cuando estamos agravados, debilitados y hasta veces incapacitados, resultando más costoso, más perdida del tiempo útil de trabajo y más sufrimiento fruto de esa enfermedad ya complicada. Para que esto suceda muchos peregrinamos desde el típico “ya me ha de pasar”, gradualmente pasando por las “prescripciones” de la vecina, del compadre, ya que todo el mundo tiene tendencia a “recetar” en un grave equívoco de creer que se trata de la misma enfermedad; finalmente ingerimos el medicamento que nos “recomendó” el familiar de la farmacia, hasta llegar “en malas” al especialista.
Otra problemática que le sigue, con razón o no, es esa predisposición negativa, ciega y extremista actitud y sugestión negativa en contra de los medicamentos. El médico al realizar una receta es sorprendido por la pregunta: “¿Doctorcito y eso que me está dando no me hará daño al estómago?” sin percatarse que ya se predisponen al desmedro de la efectividad de éste. Acuden a la farmacia diciendo: “deme sólo la mitad de la receta para cuidar mi estómago” o simplemente su situación económica hace que no cumpla con el tratamiento completo.
Con la generosa información a través del internet, vemos mucha confusión en pacientes cargados de una verdadera ensalada de desorientación, un laberinto de conceptos, un desbarajuste de criterios y opiniones. Deducen, concluyen, malinterpretan su dolencia auto fabricándose decretos mentales que empeoran su salud física y anímica. El dolor físico, emocional angustia, miedo y decenas de síntomas de algunas enfermedades, hacen que sirvan de base a las supersticiones, desatando esa tendencia ancestral del hombre a buscar burdas explicaciones típicas del pensamiento mágico, realizándose rituales y “tratamientos” esotéricos en dónde hacen su “agosto” los charlatanes que están a la “caza” de estas víctimas aprovechando su desesperación. “Nada se parece tanto a la ingenuidad como el atrevimiento” Oscar Wilde.