Lenguaje y dictadura / Luis Fernando Torres
El dictador nicaragüense ha cerrado la Academia de la Lengua Española en Managua, después de haber apresado a los opositores políticos y a los críticos literarios que no lograron salir para el exilio. Ortega, sobre quien pesa la denuncia de su hijastra por violación recurrente, ha colocado la estocada final al pensamiento libre en la Academia de mayor prestigio del país, donde se rinde culto eterno al universal bardo Rubén Darío y se extraña al célebre novelista Sergio Ramírez.
Para controlar las mentes de la gente, primero se debe controlar el lenguaje, como lo explicó tan claramente George Orwell en su monumental obra 1984. En el lenguaje se descifran los códigos mentales. Para imponer las verdades de los que detentan el poder, el lenguaje es la herramienta ideal. Con ella se manipula la educación y la información.
A pesar que el Tribunal Constitucional español ha dispuesto que en las escuelas de Cataluña se utilice parcialmente el idioma español, los jenízaros que controlan la Generalitat han decidido que los estudiantes únicamente aprendan en catalán no sólo las recetas de la independencia sino la historia mutilada de España y del mundo. Saben que el idioma español debilitaría los cimientos artificiales sobre los que descansa su poder de manipulación.
La Constitución ecuatoriana reconoce al castellano como idioma oficial del Ecuador y, como idiomas oficiales de relación intercultural, al mismo castellano junto al kichwa y al shuar, sin perjuicio de los demás idiomas ancestrales, con uso oficial para los pueblos indígenas. Con una norma constitucional incluyente y una actitud de la gente tolerante frente a los diferentes idiomas, en el Ecuador no existe margen para dictaduras lingüísticas, como la catalana.
Cerrada la Academia de la Lengua Española, al dictador nicaragüense le ha quedado el camino libre para sojuzgar a su gente con las balas y el idioma del poder. Le calzan, como anillo al dedo, los siguientes versos de Rubén Darío: “crees que la vida es incendio, que el progreso es erupción; en donde pones la bala el porvenir pones”.
Al lenguaje se lo debe proteger de cualquier dictadura. El uso indistinto de los pronombres, la alteración de los sustantivos y la prohibición mediática de ciertas palabras, son algunos de los instrumentos del fanatismo autoritario para torcer el criterio de la gente. Afortunadamente, en nuestro país las academias, entre ellas la de la Lengua, funcionan libremente, aunque no puedan descalcificar los prejuicios y las aberraciones de algunos libros de texto oficiales.