Verdad que duele / Fabricio Dávila Espinoza

Columnistas, Opinión


En el 2013, la Organización Mundial de la Salud hizo público un estudio en el que ubicó al Ecuador como segundo lugar de América Latina en el consumo de bebidas alcohólicas. A decir de esta organización, en ese tiempo, los ecuatorianos ingeríamos 9,4 litros de alcohol por cada habitante al año.

Esta realidad, habría sido suficiente para el establecimiento de políticas de educación y control. Más aún sabiendo, que la mayoría hacía su debut en esta práctica durante la adolescencia, es decir, entre los 12 y 18 años. Casi una década después, como sociedad nos rasgamos las vestiduras cuando aparece, a través del mundo de las redes sociales, material audiovisual de niños bebiendo.

La adolescencia es reconocida como una etapa crítica y de transición, que puede desatar conductas de riesgo, como el consumo de drogas o alcohol, a causa de la inexperiencia, el sentimiento de invulnerabilidad y el interés por experimentar nuevos comportamientos. Sin embargo, preocupa saber, que el primer contacto con el alcohol ocurre cada vez más temprano y que a partir del estreno es posible que aumente el consumo excesivo y dependiente.

Las imágenes a las que me refiero resultan sorprendentes y perturbadoras, porque los protagonistas no son adolescentes, sino niños. La escena habría sido captada en Las Malvinas, al sur de Guayaquil. En el video es posible ver a dos “criaturas” bailando y tomando en medio de varios adultos, mientras el sujeto que graba los alienta a libar. Y si no fuera suficiente, los infantes, unen los dedos índice y medio aparentando estar en posesión de un arma de fuego. Lamentablemente, en esta escena, la conducta infantil no es otra cosa que el reflejo del comportamiento adulto.

Una sociedad llega a esta situación como el producto de un problema que inicia alrededor de la familia. Las primeras copas suelen beberse en fiestas de casa, donde los mismos padres dan la “probana” a sus hijos. En la mayoría de reuniones familiares o sociales está implícito el consumo de alcohol y ver a los asistentes embriagarse es cosa habitual. Hay mucho por hacer y se trata de un trabajo conjunto de las familias, autoridades, instituciones educativas, medios de comunicación, etc. cada uno debe aportar desde su ámbito a ejercer acciones para disminuir el consumo en general, pero mucho más, en los adolescentes o niños.

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