San Isidro y Abril / Luis Fernando Torres
Con los anuncios de “no hay billetes” se realizó la mayoría de los festejos taurinos de mayo en la Plaza de Toros Las Ventas de Madrid. Niños, mayores, ancianos, aristócratas, reyes, obreros, españoles y extranjeros, presenciaron faenas de singular maestría, en 35 tardes consecutivas. Millones de aficionados en el mundo también compartieron esos festejos en los canales taurinos de pago.
Madrid recuperó la energía apagada en la pandemia, mientras los aficionados respiraban el aire de las libertades y las tradiciones. En abril, Sevilla vivió una experiencia parecida con los festejos de la Real Maestranza. Los negocios turísticos, de alojamiento y gastronomía se prendieron en esas dos ciudades, y tanto los municipios como las juntas autonómicas recaudaron millones de euros por impuestos a los espectáculos.
A ninguna autoridad española se le ocurrió oponerse a las ferias de San Isidro en Madrid y de Abril en Sevilla. Menos aún, impedir el ingreso de menores a Las Ventas y a la Real Maestranza ni prohibir que se degustara un licor o se fumara un puro al aire libre. En resumen, las libertades se apoderaron de los cosos taurinos. Los críticos, con educación, permanecieron lejos y en paz.
En Ecuador, en cambio, los todopoderosos funcionarios de las intendencias, de los municipios y de las defensorías del pueblo provinciales se consideran “censores” con poder para interrumpir en corridas populares y en festejos privados, privándoles a los ciudadanos de sus derechos a asistir libremente a eventos autorizados y lícitos. Y no sólo eso. También afectan el patrimonio de los organizadores y de aquellos a los que les dejan sin la oportunidad de vender y comercializar algún producto. Existen instrumentos legales y vías judiciales para que tales funcionarios sean jurídicamente responsables de sus actuaciones prepotentes frente a ciudadanos pacíficos, a los que les impiden reunirse y ejercer sus derechos.
En Tungurahua, al igual que en otras provincias del centro del país y en la de Los Ríos, se organizan ferias taurinas de renombre, con toreros de estirpe y tradición, así como festejos populares, especialmente en las zonas rurales. En lugar de colocar obstáculos para su realización, los censores deberían ser reeducados en el respeto a las libertades y a las tradiciones. Las experiencias de San Isidro y Abril deberían estar entre las asignaturas de la reeducación.