¡Los inmorales nos han igualado! / Klever Silva Zaldumbide
Ser honesto significa nunca hacer mal uso de lo que se nos confió, es la conciencia clara ante nosotros mismos, es el reconocimiento de lo que está bien y es apropiado para nuestro propio papel, conducta y relaciones. Conduce a una vida de integridad porque nuestro interior y exterior son reflejo el uno del otro y es tan claramente perceptible como es visible cada acción que realizamos.
La premisa fundamental e irrefutable de que todo logro, sea académico, deportivo, laboral, tiene que ser en base a sacrificio. Por ejemplo realizar especializaciones formales reconocidas ganando una beca mediante concurso, con suficiencia de inglés y previo aprendizaje de otros idiomas complejos, viajando a los lugares donde hay infraestructura y factibilidad de aprender otras estrategias científico-médicas, atravesando necesidades, sintiendo distancias, soledades, alejados de esposa e hijos por años, y que con sacrificio, disciplina férrea, voluntad, método, orden y perseverancia, se alcanza una capacitación proba para servir a los coterráneos, mientras otros avivatos lo quieren hacer con cómodos cursillos de semanas o meses y sin ninguna infraestructura posible, atropellando todo principio ético y moral, atrapados en las ambiciones económicas enfermizas, queriendo todo fácil, rápido y cómodo.
Mucha gente, por ser víctimas de la desesperación, paga un alto precio siendo presa fácil de éstos individuos sin nombre, extranjeros o no, que hacen de la noble práctica médica un festín de explotación, amparándose en dudosos títulos virtuales, se dedican a hacer cursillos o prácticas empíricas, sin la requerida logística teórico-práctica, parasitados en hoteles y centros médicos privados que haciendo prevalecer el interés económico por encima de lo moral, se prestan para dar cabida a este tipo de timo ciudadano convirtiéndose en cómplices de la usurpación del poco dinero de los dolientes desesperados. Fantasmas que aparecen semanal, mensual o eventualmente a hacer su “agosto”.
Cuan vigente se pone cada vez aquel tango emblemático de Enrique Santos Discépolo que desde 1935 nos hacía presentir de: “Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también. Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, generoso o estafador ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor!¡Lo mismo un burro que un gran profesor! ¡Los inmorales nos han igualado! Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón. ¡Qué falta de respeto, que atropello a la razón! ¡Cualquiera es un señor! ¡Cualquiera es un ladrón! El que no llora, no mama, y el que no roba es un gil. Que es lo mismo el que labora noche y día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata o el que cura o está fuera de la ley.”