Volver al inicio / Fabricio Dávila Espinoza
Juan Carlos Holguín, Ministro de Relaciones
Exteriores, en una entrevista concedida a la cadena BBC, el 22 de junio, habló
sobre una de las causas de la crisis actual: “Ganamos una elección escuchando a
la sociedad civil, pero cuando llegamos al gobierno abandonamos esa prioridad.”
El Canciller afirmó que el Ecuador es un país de
paz, que el Gobierno está para atender las legítimas demandas ciudadanas, que
la exclusión de las comunidades indígenas es una realidad vivida por décadas y
que es urgente sentarse en una mesa para encontrar una solución.
No es necesario estar en el servicio público
para hacer esta lectura de la realidad. También es claro que el presidente
Lasso, tomó decisiones extemporáneas para quitarle importancia al levantamiento
indígena y aunque prometió que octubre de 2019 no se repetiría, todo esfuerzo
ha sido insuficiente, porque cerró sus ojos a lo que pasaba fuera del palacio
de gobierno.
El derecho a manifestarse contra un régimen es legítimo,
más allá del incendio maquinado por los líderes indígenas para satisfacer sus
intereses particulares. Pero, el propio gobierno, puso leña al fuego de forma
arrogante, cuando no quiso ver la realidad. El presidente pasó a la segunda
vuelta con lo justo y juró su cargo frente a una Asamblea Nacional
mayoritariamente opositora. Entonces su fortaleza debía estar en la aceptación
popular. Al cabo de un año, sembró demasiados desencuentros. Cuánta razón tiene
el Canciller, ganaron proponiendo cambiar el país heredado del socialismo del
siglo XXI, pero abandonaron esa prioridad.
La realidad contemporánea exige que la
democracia sea sostenida por la legitimidad de proximidad, es decir, por la
comprensión de la generalidad social, mediante la atención a las
particularidades que se expresan en el conjunto de demandas sociales, respecto
de las cuales, los ciudadanos son cada vez más sensibles: esperan ser
escuchados y tenidos en cuenta en sus puntos de vista y esperan que sus
dificultades, obstáculos cotidianos y experiencias de vida estén en el centro
de las preocupaciones de los gobernantes.
El gobierno, si sobrevive al levantamiento
indígena, claramente empujado por ciertos actores políticos e intereses
oscuros, deberá acercarse más a la realidad, escuchar las necesidades de la
población, renovar su equipo de trabajo, leer nuevamente su plan de gobierno,
crear vínculos saludables con los grupos políticamente antagónicos y no ser
indiferente a las prioridades de la mayoría de ecuatorianos.