LA BESTIA HERIDA III / Mario Fernando Barona
Hace quince días, en pleno paro nacional, escribí una columna titulada La bestia herida que llamaba a despabilarla del adormilamiento estatal para hacerla sentir con toda su furia contra vándalos y terroristas que buscaban el caos total; hace ocho días, con la bestia despabilada y el paro más relajado, volví a hacerlo esta vez bajo el nombre de La bestia herida II; y no faltó quien, medio en broma y medio en serio, sugirió publicar hoy la tercera parte con el mismo nombre. Y como podrá notar, accedí.
En principio no veía razón de avivarla por tercera vez consecutiva, de hecho, me parecía inoficioso y absurdo hacerlo cuando ya el paro terminó, pero pronto caí en cuenta que estaba muy equivocado porque es ahora, en estos precisos momentos cuando la bestia ha de estar más inquieta y perturbada que nunca.
Recuerde usted que en su momento el solo rugido provocó que miles de manifestantes pongan los pies en polvorosa y comiencen su retirada. Tarde, pero fue innegable que el Estado comenzaba a retomar su soberanía y a hacer sentir su autoridad. Debíamos entonces mantener la guardia alta y seguir imponiendo orden y respeto, pero vinieron actos terroristas aislados de una violencia brutal que provocaron la muerte de varios uniformados. La bestia sangraba profusamente, volvió a debilitarse y humillada tuvo que sentarse a firmar un acuerdo con sus verdugos.
Y sí, es cierto que el país ya no soportaba más y que tal vez -solo tal vez- era preferible un mal acuerdo a una honrosa rebeldía gubernamental, al fin y al cabo, la paz y la libertad eran derechos que urgían con desespero y apremio para 17 millones de ecuatorianos y por tanto, cualquier cosa podía superarse e incluso olvidarse con el paso de los años. Sin embargo, y escúchelo bien presidente Guillermo Lasso, lo que jamás se superará ni se olvidará y que es la razón por la que ahora mismo la bestia está más inquieta y perturbada que nunca es que de ningún modo perdonaremos los ecuatorianos que se haya acordado por debajo algún tipo de impunidad a dirigentes, terroristas y asesinos.
Si es así, podremos afirmar categóricamente que de ninguna forma habría ganado la democracia luego de los últimos intentos golpistas, sino que evidentemente el Estado seguiría rehén tanto de los narco-delincuentes en las cárceles como del terrorismo político en las calles. De ser así, presidente Lasso, habría sido preferible mil veces que la bestia caiga peleando y no que viva en deshonra aparentando una falsa dignidad.