Crímenes nacionales / Klever Silva Zaldumbide
Aunque no parece importar, ahora mismo, quien escribió, más aún a sabiendas de que casi nada es original, un puñado de pensamientos que, siendo de William Boetcker, un líder religioso e influyente orador nacido en Hamburgo, Alemania, se creía que venía del más respetado presidente de E.U. Abraham Lincoln.
Hoy, parece ser que ha cobrado más actualidad que nunca en esta “guerra virtual” que más que ideológica es un avaricioso forcejeo de quienes quieren apoderarse de los recursos de los países utilizando engañosas estrategias con hábiles y muy cohesionados discursos que logran arrastrar y convencer a las grandes masas empobrecidas de mente y bolsillo que ellos mismos las multiplican. En medio de este inedito torbellino de vivísimos, estamos hecho emparedado, los que creemos en que los conocimientos son los peldaños para subir hacia el progreso, pues creemos que, solo enseñando la abnegación, el sacrificio y la perseverancia, claro, haciendo que su práctica sea placentera, se podrá crear para el mundo un destino más justo y sublime que jamás haya surgido de algún cerebro humano.
Boetcker, resumió en siete los llamados “crímenes nacionales” aplicables hoy en día, sin importar ideologías: “No pienso, no lo sé, no me importa, estoy muy ocupado, ya pasará, no tengo tiempo para leer e informarme, no me interesa”. Así vamos presenciando la agonía de las naciones en manos de habilidosos “pseudodictadorzuelos” disfrazados de defensores del desposeído. Él decía que “La acción no brota del pensamiento, sino de la disposición a la responsabilidad. La prueba definitiva de una sociedad moral es el tipo de mundo que deja a sus hijos”.
En este presente más que parapetadas ideologías se hace necesario que triunfe la fuerza de la razón y del sentido común (que no es tan común) sin que sea necesario apropiarse la popularidad de un argumentario para beneficiarse de sedientas aspiraciones politiqueras de enriquecimiento. Este reverendo Boetcker también escribió los diez “No puedes” que condensaban el contenido de sus sermones, publicados en 1916, y eran un complemento a su actividad principal de motivador: “No puedes crear prosperidad desalentando el ahorro. No puedes fortalecer al débil debilitando al fuerte. No puedes ayudar a los pequeños aplastando a los grandes. No puedes ayudar al pobre destruyendo al rico. No puedes elevar al asalariado presionando a quien paga el salario. No puedes resolver sus problemas mientras gaste más de lo que gana. No puedes promover la fraternidad de la humanidad admitiendo e incitando el odio de clases. No puedes garantizar una adecuada seguridad con dinero prestado. No puedes formar el carácter y el valor de un hombre quitándole su independencia, libertad e iniciativa, y finalmente no puedes ayudar a los hombres permanentemente realizando por ellos lo que éstos pueden y deben hacer por sí mismos.” Tan claro, transparente y luminoso que no requiere engaños ni falsas muletillas de perversa habilidad que algunos usan para tocar las fibras más sensibles del engañado necesitado y así multiplicar empobrecidos sometidos bajo su élite privilegiada despreciable colmada de lujos, derroche y despilfarro.