Yo soy… / Andrea Manjarrez Ocaña.
Duda de aquel que te habla de sus virtudes, que dedica sus días a hablar de sí mismo, que le presta atención a la imagen que proyecta y no le brinda ni un instante a preocuparse por su esencia, de quién es y no de quien parece ser. Quien dice no tener defectos es quien más los posee, que lleva un disfraz de perfección y una máscara de magistral nobleza, que se llena de adornos en una base hueca y sin brillo, que necesita de su propio egocentrismo para llegar a ser alguien digno de tomar en cuenta, para crearse una falsa vida, con inexistentes triunfos valederos, e imaginarias novelas en las que aparece como héroe. Ese personaje que lleva dibujada una sonrisa forzada que esconde frustración e infortunio, porque no hace más que publicar sus dones y bloquear sus debilidades. ¿Quién no ha conocido una persona así?, escaso de corazón y dueño de una descomunal hipocresía, que no ve mas allá de sus narices, y posee una mirada empañada por lagrimas invisibles que no le permite diferenciar entre la vida real y la fantasía. Vivimos rodeados de politiqueros, profesionales, jóvenes, adultos, en sí, seres humanos faltos de conciencia y ética que trabajan o intentan hacerlo con el único afán de darle “prestigio” a su nombre sin importar los medios, de esconder su conducta errónea, realizando una demostración exagerada de sus buenos actos que por cierto son muy pocos y maquillando la horrorosa realidad de la que son protagonistas, el alharaquiento que vive de su propia boca habita en una actividad teatral, convirtiendo a su entorno social en un escenario de un show barato y sin sentido, vanagloriándose con lo que no hace pero forjándose una farsa muy bien expuesta que convence fácilmente al mundo idiotizado por apariencias. ¿Por qué no demostrar fragilidad?, si eso es muestra de calidad humana y sinceridad, ayuda a sumar amigos colaboradores y no fanáticos al acecho de un poco de poder. Triunfa con humildad para un día ser admirado sin tener que decir… Yo soy…