Galápagos, de tragedia humana a paraíso / Mario Fernando Barona
Los ecuatorianos somos conocidos turísticamente en el mundo por las Is- las Galápagos, eso es un hecho. Muchas veces al escuchar nuestra nacionalidad los extranjeros exclamarán emocionados “ah Galápagos” sin siquiera saber cuál es la capital del país. Y es que las Islas Encantadas, que es como se las conoce coloquialmente, son el mayor referente de biodiversidad en el mundo, son Patrimonio Natural de la Humanidad y sí, son encantadoras en y para todos los sentidos.
Pero, usted que es ecuatoriano y se precia de serlo, ¿qué sabe de las is- las, aparte claro, de los piqueros de patas azules, las tortugas, las iguanas, los pinzones, la Estación Charles Darwin y el nombre de algunas de las ciento veintiocho islas, islotes y rocas que conforman el archipiélago? Las Islas Galápagos, como bien lo intuirá, tienen un bagaje riquísimo de historia que data de hace cerca de quinientos años con visitas de piratas, bucaneros y corsarios; luego, con contados y fugaces colonos de todas partes que en ningún caso pudieron asentarse definitivamente; más tarde, como presidio de políticos, delincuentes comunes, prostitutas e incluso esclavos; después, con militares extranjeros que acordaron sentar sus bases en las islas; enseguida, con comerciantes e inversionistas que sacaron provecho sobre todo de la explotación faunística de la isla; y finalmente hoy, hogar de más de cuarenta y cinco mil personas, constituyéndose en la provincia menos habitada del país, pero a la vez, la cuarta más densamente poblada por área de asentamiento humano luego de Tungurahua, Guayas y Pichincha.
Todo esto y más, narrado con magistral detalle lo encontrará en el libro de autoría del escritor ambateño Patricio Durán Garcés, quien conoce de cerca la realidad del archipiélago porque ha vivido en él como residente permanente, además que es notoria una profunda investigación de su parte plasmada en doscientas páginas de una lectura ágil, entretenida y didáctica.
El Archipiélago de Colón, nombre oficial de las Islas Galápagos, no son tan solo el refugio silvestre de una cantidad importante de especies únicas en el mundo, lo cual ya es decir bastante, sino que además deberían ser el punto de inflexión de todo ser humano sensible que termina hincando las rodillas en sus costas después de entender y apreciar que está frente a un verdadero paraíso en la tierra. Solo cuando realmente lo sintamos así, sabremos que no era alucinación aquella vocecita celestial que nos decía: “disfruta sin prisa de esta, la antesala de mi casa”. (O)