Cúrese del fanatismo / Esteban Torres Cobo
Cuántas veces nos hemos referido en esta columna de opinión a la gran enfermedad del fanatismo. Esa ponzoña que se manifiesta cotidianamente en todas sus formas y que retiene la razón de los seres humanos, incluso de los más instruídos y educados. Nadie se salva y pocos saben curarse a tiempo. Hay viejos que mueren fanáticos. Yo mismo me vacuné recién hace algunos años y siempre el primer paso es darse cuenta que uno es un fanático, así como los alcohólicos. No es sencillo.
¿Cómo piensa y funciona un fanático? Haga el test para ver donde se encuentra usted mismo. Un fanático se obsesiona con ideas y personas hasta el punto de quedar ciego. Anulado en su razonamiento y en su capacidad de dilucidar qué es bueno y qué es malo. No recepta bien las críticas a las ideas de las cuales es prisionero mental o de las personas a las que idolatra. Generalmente es más “ista” que el propio idolatrado. Fácilmente pierde la compostura por su fanatismo y es capaz de arrastrarse en una calle para gritar cuatro tonterías a la persona objeto de su propia proyección de complejos e inseguridades. Y, cuando no lo hace en persona por falta de algo de coraje, despotrica por las redes sociales. A veces, incluso, a través de perfiles anónimos que cubren totalmente al fanático escurridizo. Pinta paredes con sus consignas y, en los casos más extremos, apuñala y mata al fanático del equipo contrario.
El fanático no duerme tranquilo ni piensa con algo de superioridad terrenal. Le aquejan sus problemas y que su entorno o su burbuja informativa de redes no piense como él. En momentos tan complejos de nuestra Patria afloran como grillos los fanáticos. Están, por citar algunos ejemplos, los lassistas y los antilassistas. Los correístas y los anticorreístas. Los carrillistas y los anticarrillistas. ¿Los zapatistas y los antizapatistas? (No deja de causarme gracia esto).
Cúrese lo antes posible de esta terrible enfermedad y entienda que, al menos en lo que respecta a las personas (con las ideas es más complejo pero también sucede) nadie hace todo bien o mal. Que la reflexión pausada le enseñará que ver todo en blanco y negro es nocivo hasta para la salud y el espíritu. Que no vale la pena quedar en ridículo, insultar o morir por ninguna persona que no sean nuestros hijos. Sea más estoico y menos fanático. Acepte que no siempre todo sale por el rumbo que esperamos y que la virtud del hombre está en aceptar las circunstancias de la vida con firmeza, calma y sentido de trascendencia. (O)