Gestores con aspiraciones de estadistas / Luis Fernando Torres
La respuesta presidencial más articulada al feminicidio de María Belén Bernal en un destacamento policial, esto es, dentro de una institución estatal, ha sido la demolición del edificio donde ocurrió el crimen, sin importar la consternación de la familia de la víctima. La madre de María Belén fue la primera que protestó en contra de esa genialidad de Carondelet, exigiéndole al Presidente que se comprometa a descubrir la verdad, en lugar de convertir en escombros el edificio. Después fue la Fiscal General del Estado, quien, en la Asamblea, dejó sin piso la propuesta del derrocamiento.
En la política contemporánea ya no hay estadistas sino gestores de intereses, por lo que los gobernantes se limitan a cumplir un papel, parecido al de los actores, con discursos en los que dicen lo que les aconsejan los asesores para captar la atención de la ciudadanía y lograr adhesiones a su débil liderazgo. Se quedan cortos en las acciones determinantes para mantener o cambiar el curso de los acontecimientos, que, por el contrario, suele caracterizar a los estadistas. La propuesta de demoler el edificio donde se cometió un feminicidio es propia de un gestor y no de un estadista.
No sólo en la política sino en otros ámbitos de la vida han desaparecido los personajes extraordinarios, del perfil, por ejemplo, de Alexander Von Humboldt, cuyo natalicio se ha conmemorado en este mes de septiembre. El célebre alemán viajó, descubrió, escribió, divulgó y contribuyó a entender el mundo. Su nombre adorna calles, plazas y parques de muchos países. Fue excepcional en todo lo que emprendió. El volcán Chimborazo lo recibió en su cima, al igual que el río Orinoco cuando navegó en aguas venezolanas. Inspiró a Simón Bolívar, con quien entabló una relación de amistad en Francia y en Italia. El presidente Jefferson se sorprendió ante su descomunal conocimiento de los secretos de la agricultura. Con Goethe comentó ensayos y poesía, habiendo llegado a decir el autor del Fausto que Humboldt enseña en una hora lo que se aprendería con una semana de lecturas. Su obra Cosmos sólo pudo haberla escrito un polímata de la altura intelectual de Humboldt.
La medianía se ha apoderado de las facetas humanas, mientras la excelencia ha sido arrinconada. Para detener esta tendencia los gobernantes deberían aspirar a la condición de estadistas y no conformarse con ser simples gestores. (O)