Ecuatoriano promedio / Msc.Psc.Cl. Miguel Guzmán
El ecuatoriano quien vive en una burbuja de impuntualidad, del “mañana lo haré” del “yo no fui”, el impuntual, del chisme, del fanatismo religioso, incluso del facilismo, de acortar el tiempo y la distancia, de festejarlo todo, del “palanqueo”, del acoplar americanismos e identidades extranjeras, incluso del soborno económico y mental. Sin tratar de ser polémico o la generalización del ecuatoriano promedio.
El cerebro es una máquina de ahorrar energía, cuando tenemos que tomar una decisión, y no contamos con los datos suficientes para hacerlo, se genera una tensión que hace que recurramos a “atajos”, sistemas cognitivos basados más en probabilidades e intuiciones que en la lógica y el uso de datos concretos. Estos atajos, aunque en ocasiones nos sirven para salir del paso, muchas veces facilitan diferentes vías de influencia que eliminan la tensión que supone la toma de decisión sin información certera y a la vez, satisface necesidades afectivas.
Conservamos una visión tradicionalista entre la religión y la ciencia, sin embargo, existe un importante grupo que pertenece a una religión principalmente para darle sentido a su vida. Dios es muy importante en la vida de un ecuatoriano, eso al menos se percata en las iglesias.
Parafraseando a Miguel Donoso Pareja, en su libro “Ecuador, identidad o esquizofrenia”, recalca la idea de que Ecuador y los ecuatorianos es un país esquizofrénico partido, escindido mental y emocionalmente. Este concepto psiquiátrico nos remite a la personalidad fragmentada de un individuo, que, a causa de esta disfunción, puede llegar a la carencia de identidad y el adoptar identidades extranjeras como Halloween, Navidad, etc.
A pesar de la obviedad de lo anterior, lo que me hace sentir como si estuviera descubriendo el agua tibia, se podría decir, sin duda, que los ecuatorianos tenemos una identidad esquizofrénica.