La fortuna de Alaska/ Jaime Guevara Sánchez
Cuando Rusia se apoderó de Alaska, Estados Unidos no vio con buenos ojos porque podrían constituirse en punto de partida para establecer otras posiciones territoriales en las costas occidentales del continente, lo cual causaba mucha preocupación.
Varias realidades geopolíticas ayudaron a solventar el problema. El zar ruso quería gobernar Alaska a larga distancia, desde su sede en la capital rusa. La posibilidad de guerra contra Inglaterra representaba para los rusos del peligro de perder Alaska por cualquier medio. Frente a panorama tan complicado, Rusia propuso a Estados Unidos la venta de Alaska, mediante un tratado entre las dos naciones. Sin embargo, el senado norteamericano demoró un año en ratificar el tratado porque sus miembros consideraban que mal gastar mucho dinero en comprar lo que ellos denominaron ´´una solemne congeladora´´ por 7.200.000 dólares.
No comprar Alaska habría sido un error monumental de Estados Unidos. Alaska ha producido innumerable número de veces del valor pagado por su compra, monto que representa la explotación de varios productos y el valor estratégico en tiempos de guerra.
Cuando los mortales comunes vemos un mapa del continente americano, vemos a Alaska sin comprender la inmensidad territorial que Estados Unidos compró a los rusos. Sí superponemos un mapa de Alaska sobre el mapa de América del Norte, los dos mapas elaborados bajo la misma escala, no sorprenderá comprobar que las cosas se extenderían desde Canadá hasta México, territorio tan vasto como increíble.
Con la venia de la sala, cierro esta cuartilla con un detalle muy personal. He concentrado mi atención en escribir sobre Alaska porque haciendo cuentas con los dedos de las dos manos, el resultado determina que esta semana se cumple algo más de medio siglo en que este modesto marchante estuvo en Alaska, explorando un dorado muy comentado que desembocó en experiencias de temperaturas extremas, cincuenta y sesenta grados Fahrenheit, temperaturas bajo cero. Escenario que produjo otro resultado mucho más sublime: extrañar a lo más profundo del espíritu, en lo más profundo de los sentimientos, a nuestro Ambato querido, nuestro Ambato primaveral… mi Ambato y mi Tungurahua, ciudad y provincia paradisíaca…