COMETE ERRORES Y NO TE ARREPIENTAS/ Mario Fernando Barona
El camino de la vida (llámelo espiritual, de luz, del despertar de la conciencia o lo que sea que usted entienda por crecimiento personal) no es el de una escalera recta donde sube un peldaño e instantáneamente ve que efectivamente ha avanzado, no; el camino de la vida es una escalera en caracol donde usted sube varios peldaños y al dar una vuelta completa se percata que no ha subido nada, que aparentemente está en el mismo lugar donde comenzó. Es en este punto donde solemos desanimarnos y abandonar todo esfuerzo por seguir adelante.
Lo que hicimos el pasado 31 de diciembre a las doce de la noche no significa -espiritualmente hablando- solamente decirle adiós al 2022, significa encarar los errores cometidos, arrepentirnos, ofrecer disculpas de ser el caso y comprometernos a enmendarlos, pero sobre todas las cosas, y óigalo bien, ese adiós no significa vivir en un eterno arrepentimiento por haberlos cometido.
¡Pero qué absurdo, no se puede ser mejor persona si uno no se arrepiente de lo que ha hecho! Sí, efectivamente es así, no hay nada como expresar un genuino arrepentimiento por el acto cometido. A lo que me refiero es al arrepentimiento como sentimiento de culpa que literalmente carcome nuestra esperanza e ilusión por vivir. No hay prisión más devastadora para el ser humano que atormentarse en un perpetuo e innecesario arrepentimiento. Recuerde que sabio es quien acepta las consecuencias del acto, necio es aquel que decide vivir sufriendo por ellas.
Y cualquier fecha es propicia para dar ese primer paso en la escalera de caracol, sin embargo, la coyuntura del inicio del calendario gregoriano que es con el que nos manejamos, marca intrínsecamente un término y un comienzo. Por consiguiente, ahora que acabamos de comenzar este nuevo año le invito a que en el 2023 cometa errores, sí, porque ellos son la mejor escuela de crecimiento personal, pero a la vez, a mirarlos como oportunidades de mejoramiento y evolución personal, sin el constante remordimiento de culpa.
Para crecer espiritualmente es imprescindible sabernos personas completamente renovadas, lo cual implica asumir con madurez los errores como lecciones de vida y no como una pesada carga que hemos de llevarla a cuestas cual estoico castigo. Dicho de otro modo, nuestra vida cambiaría radicalmente con el solo hecho de entender que cualquier cosa que haya sucedido ya es pasado y que revivirla una y otra vez solo nos hundiría en un eterno sufrimiento.
En conclusión, como es inevitable errar es necesario hacer las ‘mea culpas’ correspondientes, no obstante, desgasta sumirnos absurdamente en una vida de arrepentimiento.