DE LAS CIFRAS A LA CONFIANZA / Guillermo Tapia Nicola
Confiar en las encuestas, se vuelve tan incómodo, como estar dispuesto a creer en los cucos e intentar dormir plácidamente, cuando se tienen crispados los nervios. ¡No conviene cerrar los ojos!
Y es que resulta inverosímil tener que dedicar un tiempo para sumar los porcentajes, imaginar los escenarios posibles y finalmente percatarse que los 24,12% o, los cercanos 22, 3% y 22, 29 % y los distantes, 1,2%, 3,09% y 5% asignados a los más lejanos, advierten algo así como un 30% de nulos y blancos, en una muestra que refleja que, del gran total de potenciales electores, apenas el 48% han decidido por quién votarán.
Las matemáticas de los candidatos se quedan cortas y los potenciales festejos -desbordados- cuando no, “grilleteados”, potencialmente impedidos, o simplemente, llenos de ilusiones e improbabilidades. Y esto, sin tomar en cuenta el pronunciamiento pendiente de las autoridades jurisdiccionales, que bien puede generar un horizonte de impredecibles consecuencias, en lo electoral, me refiero.
Algo similar ocurre con la inusual y “oportunísima” dimensión de los favoritismos populares y los imaginarios de respaldos a personajes de la politiquería nacional. El 32,34%, asignado al supuesto líder de la muestra, contrastado con los demás de su especie o clase, distantes 4, 5 o más puntos de diferencia, se topan con similar horizonte de incertidumbre, cuando se advierte que casi el 60% de la población no demuestra ningún interés por dejar saber sus intenciones, apetencias y adhesiones. Treinta del cincuenta, o sea, 15. ¡Gran favorito!
Finalmente, la credibilidad en la institucionalidad del país, cada vez se acerca más a cero (0) y la confianza, no supera ni tan siquiera el miedo. Es como para preocuparse sin duda y seguir preguntando ¿qué hacer?
Respeto como el que más el trabajo y los aportes de los encuestadores, pero, después de tantos resultados contradictorios, muestras aleatorias insuficientes y realidades distintas a la suposición más cercana, no termino de confiar en ellas, aunque no por eso, dejo de mirarlas, para intentar construir un propio escenario de probabilidades, contrastado y afianzado en el pronunciamiento de la gente común que comenta, se apasiona, disfruta y se sostiene en su “respaldo ideológico”, o en la oferta propuesta, en el souvenir compartido o en la ilusión de tener a alguien a quien acudir para potencialmente acceder a ser parte de la burocracia, en el mejor o peor de los casos.
En la preocupación latente, no cabe abandonarse y menos enclaustrarse. Es importante interesarse y descubrir quienes son los candidatos, de donde vienen, a qué se dedican, que tan verdaderas son sus intenciones y cuál es su hoja de vida. Si los mecanismos electorales nos resultan insuficientes, pues entonces acudamos a las noticias y a las referencias, sin satanizarlas ni enaltecerlas.
Del mismo modo, tratemos de leer en casa lo que se nos consulta y aprendamos a discernir en familia lo que en verdad se busca con ese pronunciamiento ciudadano. Pensando en todos, pensando en el país, sin ofuscarnos con el vandalismo del caos, porque la negación por la negación, sin más argumentos que el odio y la maledicencia, tampoco pueden ser buenos consejeros a la hora de decidir.
Vivir en democracia, siempre será mejor, si contamos con el compromiso y la responsabilidad ciudadana.
¡Confío en la gente!