Valor patriótico del voto / Esteban Torres Cobo
Una vez más estamos llamados a las urnas este día. El deber democrático de elegir autoridades y pronunciarnos, además, sobre una Consulta Popular. Más allá de las opciones que tomemos vale recordar el por qué de la democracia y rescatar el valor patriótico más que el deber legal de acudir a las urnas. ¿Es la democracia el mejor de los sistemas? Evidentemente, no. No se vota con la razón sino con el sentimiento. No siempre se eligen a los mejores ni a los más honestos y capaces. Lo han repetido muchos políticos a lo largo de los tiempos y las evidencias lo demuestran. ¿Llegan las elecciones en los mejores momentos? No. Sólo llegan. Y casi siempre las decisiones que salen de una elección son el producto de lo que se ha vivido en los últimos dos o tres meses. De la esperanza o del cansancio y desesperación.
Sin embargo, la democracia no tiene rival en lo más capital de su necesidad: el traslado pacífico del poder. No existe un sistema, aún a pesar de que las imperfecciones del sistema también a veces derivan en violencia, que funcione de mejor forma. La sucesión monárquica moderna, por ejemplo, no evidencia un verdadero traslado del poder político. Los reyes en Inglaterra o en España no son más que adornos democráticos. El verdadero poder está en los parlamentos que llegan escogidos por los ciudadanos en las urnas. El sistema comunista chino en donde el poder se traslada sin democracia tampoco es el mejor ejemplo. Su aparente existencia en el tiempo depende de que el Partido reinante gobierne con mano de hierro para que ningún ciudadano por fuera de él pueda liderar una rebelión exitosa y llegar al poder. Eso implica limitar las libertades ciudadanas y sancionar draconianamente a los transgresores. No es precisamente un sistema moderno.
Eso nos lleva a la segunda reflexión: el valor patriótico del voto. ¿Cuántos ancianos que no tienen la obligación legal de votar hacen esfuerzos para depositar su voto y tomar partido por su futuro? He ahí ese valor patriótico del voto. El no quedarse fuera de las decisiones. ¿Cuántos en cambio van al recinto electoral para no quedarse sin la papeleta de votación? ¿O cuántos no se enteran de que habrán elecciones sino una semana antes del domingo? Votar es un acto de amor con la Patria que uno siente y vive. Una obligación moral que no debe despreciarse. Por eso, a votar hoy con la mente y el corazón, esperando siempre los mejores días para nuestro país y nuestra familia.