FILOSOFÍA Y VOLUNTARIADO ECOLÓGICO/ Patricio Chambers M.
Un evidente deterioro de nuestro entorno natural debería llevarnos a reflexionar sobre el rol que está cumpliendo el ser humano dentro de la naturaleza y sobre la vida del planeta, así como a pensar en nuestras acciones frente a ello.
Si como lo afirman antiguas tradiciones de la humanidad y nuevas hipótesis, la Tierra es un ser vivo capaz de autorregularse, cabría preguntar ¿si al contaminarlo estamos actuando en contra esa vida y de manera antinatural.?
Esto debe llevarnos a tomar conciencia sobre el hecho de que nuestra gran casa, compartida con los otros reinos de la naturaleza, nos ha entregado siempre los recursos necesarios para la vida como el oxígeno, un suelo donde sembrar y cosechar, el agua como ese líquido vital, y una atmósfera que actúa como escudo protector que nos resguarda, al igual que tantas otras cosas más.
Es probable que al contar con esos recursos sea una de las razones que nos lleva a pensar que somos los dueños de la naturaleza y de alguna manera nos sentimos algo así como una creación aparte de ella, pero tal como lo decía Jorge Ángel Livraga “es indispensable que el ser humano vuelva a sentirse parte de la naturaleza, ni su dueño ni su esclavo, sino parte de ella.”
Nos hace falta desarrollar una nueva filosofía que nos permita a vivir en armonía con la naturaleza, permitiendo el desarrollo de nuestras ciudades, pero guardando un equilibrio adecuado con el entorno.
El carecer de un pensamiento ecológico nos ha llevado a realizar constantes agresiones contra ese espacio vital llamado biósfera, ubicado en la capa más externa del planeta, generando fenómenos como el efecto invernadero, la destrucción de la capa de ozono, la muerte de los bosques y la contaminación de los suelos entre otros más.
En este punto es donde interviene la labor del voluntario, que muchas veces a través de pequeñas acciones se logra grandes cosas.
Se trata de tomar conciencia y generar un nuevo estilo de vida en la que, por ejemplo, al momento de adquirir una botella de agua o comprar un simple helado, así como cuando se cambia las llantas del auto o reemplazo un foco en casa, en ese mismo instante asumo la responsabilidad de los desechos que se producen.
Un buen ejemplo de cultura ecológica y voluntariado, lo dieron precisamente la hinchada japonesa en este último mundial de fútbol, al recoger los desperdicios y dejar los espacios limpios.
Un comprador consciente será necesariamente un buen reciclador y evitará promover la idea de plásticos de un solo uso.
Es bueno saber que esto no es algo aislado, sino que en ese país existen 45 clasificaciones de reciclaje y que toda la basura que generan la envían limpia, organizándola además en diferentes tachos para plásticos, papel / cartón, vidrios y desechos no reciclables.
Si así lo hiciéramos, la calidad de vida en nuestras ciudades se elevaría de manera muy significativa.