Un café por la mañana / Mauricio Calle Naranjo
Es indiscutible, el aroma del café tostado al iniciar la mañana, motiva y vigoriza a las personas que empiezan con pie derecho su jornada de actividades. Aparte de ser una tradición y una costumbre arraigada en las familias ecuatorianas, la tacita de café no puede faltar en el desayuno. Este artículo no está dedicado al análisis de los compuestos bioactivos y otros beneficios que tiene este grano, pero sí enfatizará lo que sociológicamente involucra la costumbre de una bebida en la población.
Desde el punto de vista social, no existe diferencia si alguien prefiere el café con leche o con agua. Lo importante radica en el momento y las sensaciones que trae consigo el disfrutar de una taza de café, con o sin compañía. A pesar de que en la actualidad todos corren con prisa, a fin de no atrasarse a sus trabajos o colegios, en familias de diferentes estratos socioeconómicos, por lo menos se reúnen una vez al día con el pretexto de desayunar juntos. Aquí la relevancia de esta bebida. Reúne a su alrededor a gente que además de deleitarse con su inconfundible sabor, también pueden interactuar y empatizar. Y para los que han perdido un familiar y evocan recuerdos de una persona especial, estoy seguro que a más de uno provocará emociones y deseará que el reloj retroceda sus manecillas.
Este texto fue escrito por un amante del café, quien se despierta más temprano con la justificación de beber una taza y poder charlar con su madre; mientras la energía vital que nos da la vida les permita compartir un desayuno juntos. Espero socializar una herramienta, que es la invaluable excusa que suele pasar desapercibida y que el café se presta para ser el perfecto cómplice. Con la finalidad de vivir emociones, apreciar el hogar, alegrarse con sus hijos y complacerse de una buena compañía.