EL PUÑO / Mario Fernando Barona
Como usted sabe, el código Morse es un sistema que representa letras y números transmitidos mediante señales de luz o sonido usando para el efecto puntos y rayas intermitentes cada uno de una longitud predeterminada. Ahora bien, nadie reproduce tales longitudes a la perfección, de hecho, durante la Segunda Guerra Mundial (2GM) cuando los operadores telegráficos enviaban un mensaje, variaban el espaciado o alargaban los puntos y las rayas, los achicaban, o combinaban rayas, puntos y espaciados con un ritmo único y característico de acuerdo con la cadencia de cada operador. Esto en Morse se llama “el puño”: el estilo personal de un operador para enviar un mensaje.
Los británicos en la (2GM) reunieron a miles de “interceptores” (especialmente mujeres) cuya labor consistía en escuchar día y noche las transmisiones de radio codificadas de las distintas divisiones del ejército alemán. Para conseguirlo, los interceptores se entrenaron en escuchar la cadencia de las transmisiones para distinguir los “puños” de los operadores telegráficos alemanes y, con ello, saber quién las enviaba. Los interceptores consiguieron tanta agudeza que les bastaba unos pocos caracteres en Morse para detectar el patrón de una persona en concreto y concluir en segundos: “este es Fulano, este Sutano, etc.” Así es, el código Morse es como el habla, cada uno tiene una voz diferente.
Lo que no entiendo es por qué si esas personas fueron capaces de alcanzar niveles tan impresionantes de agudeza sensorial que solo requirieron escuchar puntos y rayas para darse cuenta quién es la persona que los generaba, por estos lares en cambio, es tal la cantidad de corrupción de muchos políticos que, metafóricamente hablando, han llegado a gritarnos en la cara frases como: ¡SOY NARCO-POLÍTICO!; ¡DEFIENDO A CRIMINALES!; ¡SOY CORRUPTO HASTA LA MÉDULA!; ¡NO ME IMPORTA SER SINVERGUENZA!; ¡EN MI GOBIERNO LAS OBRAS SE HICIERON CON COIMAS Y SOBREPRECIOS!; ¡TAMPOCO ME IMPORTA EL PAÍS, SOLO BUSCO QUE MIS DELITOS SEAN ANULADOS! y a pesar de estos y muchos otros baladros parecidos, todavía hay ecuatorianos que no quieren darse cuenta.
Los entendidos en comportamiento social afirman que todos los seres humanos tenemos un puño que nos distingue en nuestras relaciones interpersonales: con la pareja, en el trabajo, con los hijos, familiares, amigos, vecinos, etc. Señales muchas veces imperceptibles pero que nuestra inteligencia instintiva las reconoce al instante.
Sin embrago, como he dicho antes, hay escenarios tan evidentes que no es necesario para nada recurrir ni al instinto ni a la inteligencia ni mucho menos a hurgar entre puntos y rayas, basta con mirar la sonrisa hipócrita de algunos políticos que delatan su inmoralidad vociferándola presuntuosos a los cuatro vientos y que por si fuera poco mantienen su puño levantado al cielo sujetando en lo más alto un gran letrero que dice: ¡SOY LADRÓN!
Le recuerdo, no obstante, que el puño de los honestos siempre termina noqueando con la fuerza de la verdad.