Macbeth y la tragedia del villano / Martín Sevilla Holguin
Macbeth empieza de una forma muy parecida a Hamlet, con el encuentro del protagonista con una figura sobrenatural, que le encomienda su destino y pone en marcha la trama de la obra. Pero mientras que en Hamlet seguimos a un príncipe atormentado por hacer justicia, los protagonistas de Macbeth son personajes oscuros cuya ambición y actos poco honorables los destacan como verdaderos villanos. Sin embargo, Shakespeare se asegura de no pintar de blanco y negro a la moralidad de sus personajes, sino que profundiza en ellos un conflicto interno mucho más interesante.
Me gusta particularmente el descenso moral del personaje de Macbeth, que esta contrapuesto a su ascenso al trono, todo gracias a la profecía de unas brujas que le aseguraron la corona, pero al mismo tiempo predijeron que ningún descendiente suyo llegaría a ser rey. Así es como, víctima de su ambición y presa del miedo a perder el poder, empieza a cometer actos de violencia y traición en un intento inútil por forjar su propio destino. Al principio vemos en él un terrible remordimiento y dudas, pero su esposa “Lady Macbeth” se vuelve cómplice activa en los complots y rápidamente nos damos cuenta de que no hay vuelta atrás. Macbeth termina por convertirse en rey, pero paga un precio alto manchándose las manos y la consciencia, algo que lo atormenta y le impide disfrutar de su nueva posición.
Eventualmente, como es propio en las tragedias de Shakespeare, las cosas no tardan en salir mal para nuestro protagonista. Los pocos nobles que lograron escapar, incluido el legítimo heredero al trono, regresan para hacer pagar al tirano. Macbeth se encuentra solo, sin el apoyo de sus súbditos ni la lealtad de los que fueron alguna vez sus amigos. Remordido y sin querer aceptar su destino, Macbeth pelea con la esperanza de que la profecía lo siga protegiendo, pero eventualmente cae presa de la espada del noble Macduff. Este último, antagonista de la obra pero finalmente quien cumple el rol del “héroe”, me recuerda un poco a Hamlet pues también está motivado por vengar la muerte de sus seres queridos a manos del falso rey. Con este final oscuro y trágico, Shakespeare nos recuerda los peligros de la ambición desmesurada y de cómo a veces por esta, cavamos nuestras propias tumbas.