Robando los huevos al águila / Fabricio Dávila Espinoza
La sabiduría popular aflora ante situaciones inexplicables, paradójicas o burlescas. Le robaron los huevos al águila. Es una forma de identificar un hecho inexplicable y preocupante como el hurto de armas de fuego de recintos policiales.
El país atraviesa una escalada de violencia inédita: homicidios; secuestros; artefactos explosivos en las calles y dentro de sobres enviados a periodistas; motines carcelarios; extorsión; fiscales que se abstienen de acusar; jueces que liberan bandidos y estados de excepción fallidos. Esta crisis tiene muchas aristas y pocas soluciones. Pese a esto, la mejor descripción del desastre nacional es el ingreso de delincuentes a recintos policiales con el fin de robar armas, para destinarlas a una función contraria a su naturaleza.
De forma surrealista, al estilo de las películas o narcoseries, la Policía Nacional ha sido blanco de atracos. En febrero del año pasado, se consumó un asalto a mano armada en las bodegas de la Policía Judicial en Quito. Tres meses después desaparecieron del cuartel Modelo de Guayaquil 150 pistolas Smith & Wesson. El pasado 11 de abril, hubo un segundo robo, esta vez fueron sustraídas 44 armas de fuego de un recinto policial del cantón Naranjito. Mas, la respuesta, no sólo del gobierno, sino del Estado en general es tardía e insuficiente.
En noviembre de 2022, cuando se des- encadenaron atentados contra la vida de uniformados y ataques a unidades de la Policía, quedó en evidencia la es- casa seguridad con la que trabajan los vigilantes del orden y las fa- lencias de los recintos desde donde brindan seguridad a la población. Varias unidades de vigilancia y unas cuantas unidades comunitarias están resguardadas únicamente con vallas metálicas y en algunos casos vergonzosos, hasta con murallas construidas con sacos de arena o cemento. Aunque parezca gracioso, es la realidad.
Las viviendas en la ciudades, inclusive dentro de las urbanizaciones cerradas, son demasiado vulnerables; los medios de transporte público fácilmente son atacados; los comercios, restaurantes y sitios de diversión dejaron de ser lugares seguros; los ciudadanos son víctimas de asalto o secuestro; etc. La reacción normal en estos casos no es otra que pedir ayuda a la Policía. Pero, cuando el objeto de robo es la misma institución encargada de la seguridad interna del país, a quién clamar auxilio. Si el águila no puede defender su propio nido, qué tiene que pasar para que las cosas cambién. (O)