Rendición de cuentas / Fabricio Dávila Espinoza
Las sociedades que están en vía de ser democráticas se reconocen porque las autoridades trascienden a la opinión pública su quehacer, escuchando todas las opiniones, aunque sean contrarias, para responder a las inquietudes de los ciudadanos.
Como es conocido por muchos, entre marzo y julio, está programada la rendición anual de cuentas de las instituciones y funcionarios según lo que marca la Constitución del Ecuador. La organización de estos eventos es competencia del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS).
Acudieron en primera instancia las funciones del Estado, las instituciones de educación superior y los medios de comunicación. El segundo turno corresponde a los gobiernos autónomos descentralizados, junto con sus entidades vinculadas y las empresas públicas, mancomunidades y sus autoridades. La lista a escala nacional es enorme. Dentro de un Estado de derecho, el informe de gestión, es necesario. Aun así, dada la cantidad de presentaciones programadas y su metodología, vale realizar un par de objeciones.
Para empezar, la mayoría de rendiciones de cuentas pasan inadvertidas; los informantes centran su alocución en el cumplimiento de los presupuestos y en los logros que dicen haber alcanzado administrando el dinero público; los que trabajan administrando justicia aseguran respetar y hacer respetar la ley; las instituciones educativas subrayan la importancia de su quehacer; los medios de comunicación expresan su compromiso con la libertad de expresión; … Unos y otros afirman haber cumplido a cabalidad sus obligaciones. Habría que estar fuera de quicio para decir lo contrario. No hay un solo funcionario que afirme no haber cumplido lo que no tenía que hacer y al final, todos se llevan el aplauso de los invitados sin cuestionar la información o poner objeticones. Estos actos se realizan porque son obligatorios.
Ahora, la comparación entre la realidad presentada y la que se vive día a día, crea suspicacias y es imposible no pensar en voz alta. La palabra y los hechos divergen notablemente, tal vez, porque informantes e informados estamos en universos paralelos, donde no hay congruencia entre el anuncio y las evidencias o posiblemente y es lo más seguro, los funcionarios maquillan una realidad inexistente.
Un estado democrático debe operar de manera abierta y transparente. Los ciudadanos de a pie y los grupos organizados deben conocer lo que hacen sus autoridades. La rendición de cuentas es un delicado acto de equilibrio democrático. La forma de llevarlo a cabo en el Ecuador, no es la más adecuada. (O)