¿Será que se hace algo?

Columnistas, Opinión

Unos cuantos kilómetros al norte, parecería que la luz ha empezado a brillar y el horizonte, aunque pinta incierto, advierte pinceladas diáfanas, construidas a fuerza de grito y movilización espontánea que reniega de la presencia de su mandatario y cuestiona la petro política que pretende direccionar a todo un país hacia la catástrofe y la miseria, bajo la filosofía de imitar al populista vecino, disfrazado de narco-izquierda. 

Unos cuantos kilómetros hacia el sur, el panorama se muestra un paso adelante del anterior: echaron por la borda al dueño del sombrero y soltaron amarras para corregir “a tiempo” la pretensión de enancarse en el populismo ideológico del SSXXI, de forma que la mancha roja va perdiendo, de a poco, espacio, sustancia y efectos. Es más, la justicia recoge vestigios y repatria actores politicos que han delinquido.

Un poco más abajo, el estallido casi inmediato a la decisión electoral asumida, dio vuelta a una primera intención de cambio constitucional estructurado en el más deprimente contexto del revanchismo político, camuflado de alianza del centro a la izquierda. Ahora mudó el encargo primario a otras manos y mentes. Con avidez se espera el desenlace. 

En una competencia desigual, con pito alquilado y cancha mojada, se desata la voracidad de buena parte de la población, mientras otra, quizás mayoritaria, se muestra más sosegada y respira -por el momento- con tranquilidad, el aire no contaminado de un legislativo suspendido en funciones. 

En efecto, el territorio equidistante de aquellos fenómenos gubernamentales descritos y cercanos; nuestra amada ínsula, otro hora isla de paz y ventura, predispuesta a todo; a paso redoblado y contra el tiempo, aguarda la decisión ciudadana que, en  tensa calma, ha empezado apenas, si a distinguir rostros, mensajes, videos e historias de quienes pretenden el favor del voto popular.

Aunque aún no se ha dado la orden para que arranque la carrera, malabaristas, pitonisas y entendidos han disparado sus pasos en todas direcciones, intentando juntarse, apostar o adherir a quien intuyen les puede ser útil en caso de ganar.

Entonces, circulan encuestas “a boca de lengua” que se agigantan en las redes y casi que terminan por elegir autoridades, con premeditación, alevosía y ventaja. 

Ciertamente que el tiempo es muy corto para llevar adelante este primer ensayo constitucional “alucinante y atrabiliario”, pero parece aún más corta la mirada de las instancias partidarias en su desesperación de asirse por el mango de la sartén. 

Entre tanto, el árbitro arbitrador, hace de las suyas -como siempre- y el pueblo, invadido de dudas, no logra entender la sinuosidad de sus movimientos. Mejor dicho, si los entiende pero no los comparte. Es más, nunca lo ha hecho, porque no tiene confianza en esas decisiones de compromisos y parcialidades. 

Los mínimos requerimientos de transparencia y certeza, no son incorporados en el hacer electoral. 

Nadie, en sano juicio soslaya, ni por mal pensamiento, la posibilidad de que ocurra un fraude electoral, Simplemente, porque la corrupción no ha sido eliminada y las alertas que se han levantado para minimizar esa circunstancia, no están siendo acogidas.

Y vale insistir en esta parte. El hecho delictivo que se presume, no es propiedad exclusiva de alguien. Es territorio compartido por actores políticos participantes; autoridades, funcionarios, juntas y mesas electorales; medios de comunicación, sufragantes e incluso cooperantes y observadores internacionales. 

En esa condición, con el abanico desplegado y sin asumir con inmediatez y diligencia, medidas y correctivos que sugieren los entendidos y reclama la población, la tentación seguirá siendo el mejor escenario para que se repitan episodios despreciables y despreciados.

El “nunca es tarde”, vuelve a la palestra. 

¿Será que en esta vez si se hace algo?

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