El Morro y Puerto Morro

Columnistas, Opinión

A pocos minutos de la cabecera cantonal, General Jase de Villamil, más conocida como Playas, se encuentra El Morro; un pueblo al que se llega, siguiendo una carretera que va por una zona árida, cubierta de pequeños arbustos y largos cactus; típicos de La subregión Costera.

Antes de arribar a El Morro, se observan tres montañas, que dan la impresión de ver un hombre acostado, por lo que los lugareños, le han denominado «El Cerro del Muerto»; según una leyenda, contada por los moradores, bajo las montañas esta, el cadáver de un gigante.

Siguiendo por un camino, que existe a la derecha, se llega «El Cero Del Muerto»; en una de las tres montañas, se ha construido escalinatas, que permiten ir a la gruta de «La Virgen de la Roca», para elevar plegarias y orar.

Al ingresar, a la población de El Morro, existe la antigua iglesia católica construida íntegramente de madera, en el siglo XVII; hoy reconstruido siguiendo los planos originales, por El Municipio de Guayaquil. La fachada cuenta con tres puertas, en forma de arco de medio punto; dos columnas y una torre central, con una roseta y ocho arcos que sostienen un techo piramidal, rodeado de cuatro capulinas; hay una torre, con campanas, que aún repican para llamar a misa.

Un breve recorrido y se llega a Puerto Morro, junto al estero del mismo nombre; es el lugar a donde acuden pequeños barcos para ser reparados. En una de las orillas se extiende el puerto, con casitas antiguas y modernas, y en la otra rivera, hay varias especies de árboles de mangle.

También, se encuentran varias embarcaciones que invitan a ser turismo por el estrecho, para ir al fabuloso Parque de los Delfines; el viaje dura algunas horas; tiempo, en el que va, contemplado los verdes manglares, que se levantan en los bordes del estrecho, sostenidos por largas raíces.

En el Parque de los Delfines, aparecen los cetáceos, fantásticos animales marítimos, que les gusta ir cerca de las embarcaciones, dando brincos espectaculares, cuando salen a respirar; nadan de espalda y muestran los colores de su brillosa piel; es un espectáculo natural, maravilloso.  (O)

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