Ruido en la ciudad / Editorial

Editorial, Opinión

Con la aprobación de la ordenanza del ruido se esperaba que pudiera reducirse el impacto del ruido urbano. Sin embargo, el asunto sigue igual. El ruido continúa desbordando todo límite. Las motos sin silenciador constituyen máquinas ensordecedoras que circulan, a cualquier hora, incluidas en las noches, sin control alguno. 

Los parlantes y altavoces colocados en vehículos para anunciar la venta de comidas, mascarillas y una lista infinita de productos, contaminan la ciudad con ruido. Cuando se estacionan por horas en las calles provocan alteraciones con sus altos decibeles.

Las fiestas, hasta las madrugadas, con parlantes a todo volumen, tanto en recintos cerrados como abiertos, son una fuente incontrolable de ruido. Los juegos pirotécnicos nocturnos, que iluminan el cielo y son, generalmente, lanzados por entidades públicas, provocan malestar, siendo las principales víctimas las mascotas, que no dejan de ladrar, buscando espacios donde protegerse. El control del ruido debería ser uno de los principales desafíos del Municipio y de otras entidades.  (O)

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