Salto al nuevo mundo
Sin salir de la predisposición, cuya rutina, cada vez que superamos un escollo se asemeja más a un latigazo en movimiento, “post reflexivamente” respiramos aires nuevos y sentimos cómo que estamos prontos a descubrir un mundo novel.
Y, a disgusto de la incomodidad que esta advertencia pudiera generar en algunos espíritus autodefinidos “puros” y “ancestrales”, la mayoría “mestiza y algo más” que habita este territorio, coincidirá finalmente en que ese comportamiento social generalizado, no es sino una expresión natural del espíritu aquietado, silencioso y resignado que históricamente convive con nuestra armazón ósea.
Será por eso que las equivocaciones nos cuesta tanto superarlas, no obstante que bregamos interiormente por safarnos de sus influjos y de sus recuerdos.
Porque en nuestro país de las ironías, los resultados de consultas ambientales y de elecciones anticipadas apuntan, única y exclusivamente, a evidenciarnos el bando en el que estamos inmersos o del que formamos parte, consciente o inconscientemente, sin que nos animemos a dar un primer paso para acortar las distancias.
No estoy seguro -si importan mucho o poco- las aclaraciones, propuestas, sugerencias, suposiciones o razonamientos que se esgrimen respecto de dilemas o temas democráticos que se ponen a consideración popular.
Pero a veces, se me ha dado por pensar que nos cuesta bastante más de lo que suponemos “leer y entender a plenitud” porque no de otra forma se explican los posicionamientos finales, en contraste con las demandas iniciales o recurrentes que sobre aquellos asuntos de discusión se formulan y se difunden.
Y no es que las explicaciones verbalizadas o compartidas por los entendidos sean difíciles de aprehender, sino que resultan imposibles de internalizar y, entonces, la resistencia espiritual y la racionalidad se vuelven espejo de roca que refleja todo lo que se pone en su frente.
Cuesta justificar, por ejemplo, que nuestra nación, como sociedad se plantee la necesidad urgente de combatir y erradicar la corrupción y, simultáneamente, un buen porcentaje poblacional, reconozca y reivindique diez, quince o más años atrás como añoranzas válidas; y, respalde con su voto las acciones señaladas como praxis y expresión incuestionable de falta de honestidad.
Qué decir de los manejos alegres y escabrosos en la seguridad social; y qué, de la acumulación indebida de recursos de la que el vulgo no termina de comentar, cada vez que se filtra alguna información bancaria o alguna investigación periodística que apunta a exautoridades “con un estatus mejorado luego de un sacrificio evidente por los demás”.
Y por si fuera poco, el debate sobre el ITT confundido a propósito y por extensión como YASUNÍ a efectos de la consulta nacional realizada, por expresión propia de los entendidos en el tema, y mientras el asunto no se dilucide suficientemente, termina aparentemente contrariando las normas constitucionales del artículo 277, llamada en su primer numeral a garantizar los derechos de las personas, de las colectividades y la naturaleza, en concordancia con lo dispuesto en el numeral 7 del Art. 57 que concreta la consulta previa e informada.
Tanto que, en el territorio en donde está radicada la explotación hidrocarburífera que interesa desmantelarla vía consulta nacional -la provincia de Orellana- más del 58% de esa colectividad, directamente involucrada y beneficiaria de la explotación, se pronunció en contra de esa consulta dirigida a impedir que se extraiga petróleo del subsuelo.
¿Qué va a pasar? En el caso del Chocó Andino, solo se consultó a la población de la provincia de Pichincha. ¿Será que lo uno difiere de lo otro?
Este mundo nuevo al que intentamos llegar desde hace mucho tiempo tiene -necesariamente- que estar plenamente advertido, regulado y garantizado. (O)