Del dicho al hecho
Cualquier evento, situación o acción que tenga un impacto en el ámbito político de una sociedad o país, es denominado “hecho político”. Como tal, puede abarcar una amplia gama de acontecimientos: elecciones, cambios en el gobierno, protestas sociales, acuerdos internacionales, reformas legislativas y, más.
En ese abanico de posibilidades, interesa saber la incidencia política. Es decir, la influencia que esos hechos políticos pudieren tener en la dirección y el curso de la política y de la sociedad en general; sobre todo, en consideración a que aquella <<la incidencia>> puede ser positiva o negativa, dependiendo de cómo afecta a la sociedad y al sistema político; y, tomando en cuenta que, para avanzar en la línea deseada, es fundamental entender la naturaleza de la incidencia política y la forma en que puede ser aprovechada para impulsar cambios positivos.
En estos días, muy común se ha vuelto escuchar mensajes y expresiones de excandidatos y de otros dirigentes políticos respecto de su postura de apoyo o acompañamiento a tal o cual tendencia, de entre las dos finalistas para el balotaje presidencial y, esas manifestaciones, ayudan al ciudadano a formar también una opinión sobre el tema.
Preocupante resulta entonces ver cómo, un novel dirigente intenta, contradiciendo una primera expresión suya de “no apoyo” a alguien en particular, tratar de mantener a su grupo ideológico, seguidores y adeptos, en el plano de la imparcialidad o de una supuesta independencia o flotación para que, por sí mismos, resuelvan a quien respaldar.
Esa posición, en el momento en que más se requieren de definiciones, puede ser insuficiente e inoportuna, más aún cuando, se pretende acceder a un acuerdo legislativo que, por obvias razones, no puede ni debe mantenerse al margen y menos, desentendido de todo el hecho político nacional.
Los pactos políticos (tan cuestionados y estigmatizados por algunos en el medio), finalmente pueden contribuir a la estabilidad política, al reducir la incertidumbre y minimizar los conflictos entre diferentes actores, porque: identificados objetivos comunes y acordado un trabajo conjunto, los participantes pueden evitar enfrentamientos y crisis políticas que podrían dañar la gobernabilidad y afectar la confianza pública.
Y esto, es lo que el País necesita y con urgencia que suceda durante el período de transición gubernativa que vendrá como resultado de la segunda vuelta electoral.
Es esencial analizar y comprender plenamente el hecho político en cuestión, lo que implica, investigar las causas, los actores involucrados, las repercusiones y las potenciales ramificaciones a corto y largo plazo. Anticiparse a las respuestas emocionales y apurar el diálogo y la negociación, para construir consensos y soluciones mutuamente aceptables. Lo que no significa, de ninguna manera, dejar de influir en la opinión pública y cambiar la precepción de los votantes.
Todo lo contrario. Solo los líderes políticos y sociales son capaces de articular visiones claras y convincentes, tanto como, guiar a la sociedad hacia objetivos específicos. Y para ello, es crucial aprovechar la incidencia política.
De otra parte, menester es entender de una buena vez que el país no sucumbirá o despegará solo, por sí mismo, por arte de magia o por buenos deseos. Se requiere de un presidente y de un gobierno que, entendiendo el problema, implemente programas y ejecute acciones que solucionen las dificultades, de manera que la sociedad en su conjunto se sienta atendida y respaldada.
Es tiempo de hacer, no de ensayar teorías -fundamentalmente económicas- que a todas luces parecen inapropiadas, inadecuadas e imposibles de realizar, so pena de destruir de un solo plumazo la estabilidad nacional y llevarla a los escenarios inflacionarios en los que campea la pobreza, la miseria y la vergüenza.
Protejamos al País. ¡Seamos parte de la mayoría!