Sociedad, politiquería y estrategia
La ciudadanía actual ha adquirido más conocimientos si la comparamos con el electorado de años pasados. Existe una sutil diferencia que pocos asesores politiqueros logran reconocerla o no quieren admitirla. Se fundamentan en estudios con variables obvias y correlacionables, menospreciando a las ciencias sociales que se caracterizan por la infinidad de vaivenes que dan color a la sociedad del siglo XXI. Esto lo resumo en el refrán popular que dice “una cosa es con guitarra y otra cosa con violín”. Sin embargo, no hay que desfavorecer a la rigurosidad científica, pero sí se la debe contrastar con el mundo real en búsqueda de su correcta aplicación y utilidad. Por otro lado, en estrategia política también existen los “magos”, quienes basados en una bola de cristal llena de adulaciones, encuestas falsas, pasquines y patrañas, confían en su cúmulo de experiencias (mañas) a fin de predecir escenarios.
Cada segundo, la información crece exponencialmente y es gratuito acceder a conocimientos que circulan en internet, por eso el pueblo conoce más y demanda mejores soluciones. El elector ya no es el ingenuo cordero que sigue instrucciones para vanagloriar el ego y narcicismo de los candidatos y caudillos. Vivimos en un mundo, donde las mejores universidades permiten el libre acceso a cursos y a sus bibliotecas. La ciencia y tecnología están al alcance de nuestro teléfono celular.
Además, la pirámide poblacional ha cambiado, ahora las jóvenes generaciones con mayor porcentaje, no desean encasillarse en los dogmas de ideologías caducas. La sociedad busca resolver sus problemas de forma inmediata. Debido a esto, las estrategias de las campañas políticas deben mejorar, no solo con el objeto de ganar, es su obligación otorgar soluciones a un electorado instruido, quienes no se deja embaucar de charlatanes y de declamadores disfémicos. No más politiqueros que compren las preguntas del debate, el pueblo exige candidatos intelectuales (de verdad) y propositivos, que concreten acciones a corto plazo y cristalicen sus ideas en resultados tangibles. Aspiro equivocarme, pero con profunda tristeza, las palabras de Platón siguen vigentes para Ecuador: “Allí donde el mando es codiciado y disputado no puede haber buen gobierno ni reinará la concordia”. (O)