La única filosofía política
La fe democrática está basada no tanto en la suposición del liderazgo de unos pocos como superior sobre la sabiduría y conciencia de muchos. Cuando la marejada así generada se torna manifiesta, habrá magnifica conexión entre el hombre y sus gobernantes, y algo más importante todavía, entre el hombre y el hombre.
Los hombres que confeccionaron el diseño de la estructura política de varios países de América no pudieron garantizar que habría total y continua estabilidad. Ellos asumieron que de vez en cuando ocurrirían grandes temblores. Sin embargo, su esperanza estuvo en que ningún hombre solitario, partido o movimiento político, podría echar abajo la estructura. Ellos aceptaron el cambio como garantiza-do, y nunca cometieron el error de asumir que todo cambio era para mejorar. Trataron de evitar que los cambios se congelaran en una sola dirección. Intentaron proporcionar el mecanismo de un balance interno que actuaría contra cualquier dislocación fundamental de los principales cimientos.
Democracia es la única filosofía política que capacita al individuo a decir «no» al gobierno, decirlo sin temor a represalias. En verdad, la palabra más expresiva en democracia es «no.» La democracia dice «no» al gobierno que invade los derechos naturales del individuo o del grupo.
Dice «no» al gobierno que se abre paso mediante empellones al pueblo, aun en las situaciones en las que el pueblo es quien utilice la misma táctica: empellones al gobierno.
Varias Constituciones son más específicas sobre los aspectos que no deberán ser parte de la estructura del gobierno, antes de lo concerniente a lo puntual. En esa clase de Cartas Magnas, las palabras «no» y «no» son conspicuas en muchos artículos y secciones. Si los lectores revisan Constituciones se sorprenderán, positivamente: aquellas dos palabras son aún más evidentes en la Declaración de Derechos Civiles.
Hace doscientos años, naciones americanas iniciaron su vida con la idea de que la fortaleza de un país comienza bajo conceptos morales, la verdad de los cuales se confirma en la respuesta natural de hombres y mujeres, y en la historia del camino.
Si queremos que nuestro querido Ecuador viva otros doscientos años, tenemos que prescindir de la necedad de que los valores morales son incidentales y de que el interés nacional puede continuar apartado del interés de todos los ecuatorianos. (O)