Degenerescencia y democracia. 2023
Me inquieta por ahora preguntar ¿Desde cuándo se evidencia mayormente que el hombre ha empezado su degeneración? Los filósofos advierten que el hombre, que en su sentido primitivo adelantaba en su proceso de humanización, empieza su mundo de retroceso masivo “bajo la influencia de instituciones sociales en desacuerdo con la naturaleza, a consecuencia de una depravación de la naturaleza moral”. Este lío está ligado estrechamente a la metodología moderna de la alienación de donde emergen depravados morales.
Los llamados “políticos modernos”, según las experiencias que vamos superando; o mejor dicho, en las que nos van enredando los manipuladores, son la más clara demostración de la depravación aludida. Me he puesto a leer para comentar a mis lectores, reflexiones sobre principios de absurdas conductas como esa “negación a la razón”, o mejor dicho a razonar, que a veces resulta de preguntas hasta de un taxista, que en mi opinión representa el mejor ejemplo de los alienados porque pasa todo el día “educándose” en los comentarios deportivos más alucinantes que oye por las radios. Son, salvando excepciones, los portavoces de la sinrazón respaldados por la alienación que se han convertido en propagandistas ad honorem de intereses de poder. Demostración exacta de “su cultura”. Esto equivale a los “educados” por noticieros de medios masivos.
Lo dicho, también es reflejo de esto que estamos llamando degenerescencia, que no es sino enfocar razones de la degeneración intelectual o de razonamientos primarios, porque este concepto nos remite a favorecer a un proceso degenerativo que guarda relación con una “descendencia”, que no solamente resulta de una genealogía familiar, sino partidista, producto de un paternalismo político, monopolizado generacionalmente, que hereda o está convencido que debe heredar el poder por línea directa de afiliación o de alianzas de acomodación. Y en esto entran los “hijos adoptivos” que favorecidos con el poder del voto, reniegan lueguito de sus apoderados y se declaran hijos de la democracia y de la ignorancia popular.
Lo dicho entra en clara discrepancia con lo que es la democracia, como principio de alternancia. ¿Por qué entonces determinados politiqueros se han vuelto a postular en las papeletas electoreras después de haber sido perdedores? Estos casos, si vemos con la lente de Foucault al que me estoy remitiendo, son de paranoicos que padecen de delirios de grandeza y de “modelos de vanidad y egolatría” que les fascinan las alfombras, tanto más las humanas como las de pelón rojo sobre las que dan sus pasos de engaño. Además, cuando no son competentes para lo que se postulan.
Foucault nos lleva con sus argumentos en su Historia de la Locura, a que advirtamos que la degenerescencia se origina en las sociedades de mercado, como lo es Ambato. Dice que “el egoísmo es el alma del comercio y que se transforma fácilmente en envidia… y que por razones económicas, las familias son más tiránicas que en otros lados” (véase lo que pasa en la capital económica del Ecuador).Y en un mercado, ¿quién se beneficia de la ganancia? Y aunque no pareciera que viene al caso, pero de esto mismo deriva la ola y la magnitud de suicidios que muestra estadísticamente la provincia de Tungurahua, porque la gente-alfombra vive en un medio de insatisfacciones que en su impotencia demuestra que tiene el mal de la perturbación del alma asumida de la burbuja de su explotador. Esto está comentado por Foucault en relación a un paralelismo de lo vivido en Inglaterra, que con su industrialización y comercio, fomentó la desigualdad social, que afectó directamente al ejercicio de la razón, y tuvo un alto índice de seres que se desequilibraron física y emocionalmente, y terminaron en la autoeliminación. Y así, nuestra gente vive convencida de su sinrazón, producto el envenenamiento masivo a la sociedad por los medios de manipulación. No es que argumenta razones, sino que se vanagloria de sus sinrazones. Esto, como ejemplo lo digo, porque la gente con la que converso, no quiere admitir que en el fondo es lo mismo un banquero que un empresario. (O)