La confianza y la fe
Para toda relación entre personas o para todo emprendimiento, negocio o lo que sea nuestros antiguos nos decían: “¡Hazlo con confianza, hazlo con fe y verás que te va a ir bien!”, pero debemos preguntarnos en el acto médico y su relación médico-paciente, hoy por hoy, los pacientes… ¿tienen confianza?, ¿tienen fe? ¿o acaso tienen miedo a saber la cuenta que le “saldrá” por la atención recibida?
Muchos filósofos y pensadores han regado bastante tinta para tratar de encontrar los mecanismos que permitan que la noble, privilegiada y excepcional profesión médica, siga siendo la más digna de todas las profesiones y de vocación bien orientada. Que la ciencia médica, con grandes esfuerzos y sacrificados estudios investigativos con ensayos, análisis, metaanálisis, etc., no termine siendo, a veces, “rehén” o controlada por los poderosos financieros para que el objetivo del sistema médico sea que la gente se enferme, a la inversa de lo que los médicos deseamos: estar al servicio del dolido y ser coparticipe de sus anhelos, es decir curarse. Pero mientras siga existiendo pobreza e ignorancia extrema en una buena parte de nuestra población, seguirán habiendo avivatos, inescrupulosos extorsionadores, charlatanes que ni siquiera son médicos sino infames embaucadores que buscan enriquecerse en medio de la desesperación de un paciente en sufrimiento.
Signo de gran dignidad, la palabra doctor, más que conocimiento científico frío, vanidoso y petulante, es sinónimo de humilde sabiduría con gran imaginación creadora de humanismo, cuya convicción debería ser la de impedir que la gente se enferme, ésta debería ser su medicina y ésta, también, su filosofía. Devoto, gentil, jovial pondrá esa mezcla de ironía y amor llamada humorismo, con mayor consideración que cuando la persona está en plenas facultades. Sin arrogante cansancio ya que éste no proviene de aquello que se hace, porque lo que se hace, si se realiza a fondo, con pasión y con toda el alma, no cansa nunca. Lo que cansa es el pensamiento de lo que no se hace. De gran sentido común y coherencia, aprendiendo a aprender de su mismo ejercicio profesional, centrado en la persona humana más que en obtener autos lujosos, construir edificios, sufriendo por lo que no sucederá (llegar a ser el más rico) o teniendo miedo de perder lo que ya ha perdido (su conciencia, su sensibilidad social y su honorabilidad), pues como dijo Einstein: “El valor de un hombre debe ser medido por lo que da, no por lo que obtiene”.
El verdadero médico será con mente abierta, satisfecho de sí mismo, entendiendo que envejecer significa tener todas las edades, viendo a Dios más de cerca se convierte en amigo solidario del convaleciente antes que en el explotador de éste. Sintiendo que tiene en las manos el arte supremo de la vida, el gran secreto de la felicidad cuando alguien diga: “Un día, un ángel apareció, que me cuidó y me curó, no bastaría todo el dinero del mundo para pagar todo lo que él hizo por mí, ese día volví a nacer” …La imperturbabilidad, la ecuanimidad y la sabiduría son los pilares que habrán de sostener su honesta vocación, apoyándose en sus habilidades y destrezas. (O)
MEDICINA INTEGRATIVA ORIENTAL