Defender la vida

Columnistas, Opinión

La tragedia de las provincias costeñas hace meditar profundamente en algo valioso que durante muchos años lo tomamos como aspecto garantizado, hasta cuando ocurren sismos tormentosos. Me refiero al milagro de la vida.

En estos días, noches y madrugadas, la cabeza da vueltas y vueltas reflexionando un sinnúmero de circunstancias que las hemos dejado atrás. Sin embargo, hoy surgen como vislumbre de que fueron hitos invalorables de existencia humana.

Hace unos cuantos lustros, en los años todavía jóvenes, tuve como compañero de estudios a Irol Sami, miembro de los Shinan, tribu originaria de Laponia. Mozo inteligente, ganador de una beca. Conocedor de mi procedencia sudamericana, un día me preguntó: Oye Jaime, ¿Son los indígenas de tu país parecidos a mí? Confieso que no había pensado sobre el asunto, pero creo que Sami tenía razón: trigueño, estatura mediana, ojos negros.

 Aproveché la oportunidad para inda-gar: ¿Crees en la reencarnación? «Definitivamente si» dijo. Si después de la muerte regresas ¿cómo regresarías? «Si puedo elegir lo haría como una gacela, por su velocidad.»

Sami y su tribu creen que todas las cosas en la tierra tienen un alma que existe como versión miniatura dentro del cuerpo que la hospeda. Por ejemplo, un venado tiene un venado chiquito en su interior. El hombre, por supuesto, también tiene un hombrecito dentro de él.

Cuando un ser grande muere, la forma chiquita, interior, sigue viviendo. También puede deslizarse dentro de otro «ser’ que haya nacido en sitio cercano. O, puede ir a descansar, temporalmente, en el cielo, en el vientre de un grande espíritu femenino, donde esperará hasta que la luna lo envíe de vuelta a la tierra.

Sami explica: «Otras culturas afirman que la luna está demasiado ocupada con tantas almas nuevas del mundo que opta por desaparecer del firmamento. Pero lo único que eso prueba es el por qué tenemos noches sin luna. Sin embargo, al final, la luna siempre regresa… como regresamos todos.» Sami y los suyos lo creen firmemente.

Cierro con un pensamiento que espero estimule la lucha por la vida de nuestros coterráneos de la zona del desastre. La solidaridad de todos para defender la vida, el valor supremo del universo. Lo dijo Mahatma Gandhi: «Cada noche, cuando voy a dormir, yo muero. Y a la mañana siguiente, cuando despierto, vuelvo a nacer.» (O)

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