Tómbola de cargos públicos
Como en los mercadillos e igual que los camiones de ventas con megáfonos, a la voz de ¿quién da más?, así empieza la nueva Asamblea Nacional y el Ejecutivo. Poco a poco, se los ha visto posesionarse a los “honorables” en los cargos de elección popular y de libre remoción, palanqueados por sus “méritos en el muladar”. Aunque en la jerga de los capos, al padrinazgo lo tildan con el eufemismo de “coyuntura” o “voluntad política”. Acuerdos y sorteos por aquí, presiones por acá, estresados por ver donde logran anidarse los gallinazos, mientras el pueblo cuenta los centavos para comer ese día; en el mañana mejor no se piensa, con suerte ¡ya se verá! El ciudadano de a pie, tiene que rogar a los santos a fin de que la fortuna lo acompañe en su jornada. Porque el libro de los 900 días, no se convierte en comida del hambriento, porque los acuerdos entre bancadas no dan techo ni visten a los niños desamparados, porque las vocalías en comisiones no compran las medicinas a los enfermos.
Tapar el sol con un dedo, es imposible. Las autoridades, no se conduelen del sufrir de los migrantes que prefieren arriesgar su vida con el objetivo de encontrar prosperidad. Por miles se van, ya que no creen en discursos desgastados, no caen en los engaños de las flamantes autoridades que solo en campaña saludan y regalan abrazos; y cuando se embelesan con el poder, no reconocen ni al compañerito de la escuela, ni al vecino del barrio.
Por bien del pueblo, se espera que los aclamados cleptómanos no quiebren más al país. Preferible que no topen nada, y si lo hacen, las consecuencias serán las desgracias del obrero. Se creen alquimistas y piensan que todo lo que tocan se transmuta en oro, pero lo que verdaderamente hacen, es llevarse en peso las ilusiones de las juventudes que luchan por un buen porvenir. Por dios, no se roben las sonrisas, pese a que sabemos que se rifan los erarios del Estado. Consejo: de preferencia quédense en sus castillos rodeándose de sus lambones, puesto que, si salen de su fantasía, tal vez no encuentren a sumisos en las calles. “Hombre, prodigio de soberbia. Investido de su fugaz autoridad, realiza proezas tan fantásticas a la vista de los altos cielos, que los ángeles lloran de pena” (Shakespeare). (O)