Soledad: Amiga o Enemiga

Columnistas, Opinión

Para algunas personas la soledad despierta un temor profundo y paralizante. No se trata simplemente de la carencia de compañía física; sino, es una angustia emocional que surge al enfrentarnos a la perspectiva de estar solos con nuestros propios pensamientos y emociones. Este miedo puede manifestarse de diversas formas, desde la evitación de situaciones solitarias hasta una dependencia de la compañía de otros para eludir enfrentar el yo interno. Las raíces de este temor a menudo se encuentran en experiencias pasadas (pérdida de seres queridos, rupturas afectivas o eventos traumáticos) que han dejado huella profunda en la psique. Además, este miedo tiene una base evolutiva, ya que desde la prehistoria, la supervivencia ha estado vinculada a la socialización y a vivir en grupo. Biológicamente, no tenemos una predisposición innata para disfrutar de la soledad; es algo que se aprende.

En un estudio sobre la soledad realizado en la Universidad de Virginia, los participantes debían ingresar a una habitación vacía, sentarse y reflexionar durante 6 a 15 minutos en completo aislamiento (sin teléfono, libro o pantalla) o someterse a una descarga eléctrica de 9 voltios si deseaban abandonar el lugar antes del tiempo estipulado. Los resultados revelaron que la mayoría prefería la descarga eléctrica dolorosa en lugar de permanecer solos con sus pensamientos.

Aquellos que temen a la soledad, en realidad, temen mirar hacia su interior, buscando cualquier forma de compañía para eludir la introspección. Muchas personas persisten en patrones de comportamiento poco saludables, como adicciones, dependencia de redes sociales o relaciones tóxicas, con tal de evitar a toda costa el sentimiento de soledad, optando por la infelicidad en las relaciones en lugar de enfrentar la soledad.

Para abordar este tema, es esencial aprender a amarse y escucharse a uno mismo. Cambiar la creencia de que la soledad es lo opuesto a la felicidad y desvincularla de la tristeza y el fracaso es crucial para que el miedo no dicte las decisiones. Además, es fundamental reconciliarse con la sensación de soledad, comprendiendo que es un sentimiento normal y no necesariamente negativo. (O)

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