Repensar lo que pensamos

Columnistas, Opinión

La esencia de la filosofía de los antiguos se resumió en una propuesta: el hombre es naturalmente social, de manera que su felicidad es contingente que abarca la congruencia de su sociedad y de su naturaleza.

Edmund Burke, importante filósofo político moderno, asimila la visión de cosas de las mentes antiguas. Hombre cultivador de los dones retóricos de Cicerón. Esto no es coincidencia: Si uno cree en los mejores ángeles de nuestra naturaleza y que el propósito de la política es convocarlos, tiene que hacerlo con retórica. Burke creía -como Cicerón- que los seres humanos están resueltos y generalmente dispuestos a contemplar con reverencia a los mejores patrones de las especies.

Burke afirmó que los ejemplares distinguidos proceden de una elite natural, sin los cuales no existiría nación alguna. El estado de sociedad civil que necesariamente genera esta elite es un estado de naturaleza y vida, un modo de vida salvaje e incoherente. Porque el hombre es razonable por naturaleza, nunca perfecto en su estado natural sino cuando se ubica donde predomina la razón bien cultivada.

Porque la política bien ordenada es prerrequisito para tal excelencia, la vocación política es buena y el estado de gobierno es grande. El estado no debe considerarse nada más elevado que un acuerdo asociativo en el comercio de tomates o café. Debe ser observado con otro tipo de reverencia, porque no es cofradía de cosas serviles solamente para el grueso de la existencia animal de naturaleza temporal y perecible. Es una sociedad en la ciencia; una sociedad en cada virtud y en toda perfección.

Como los fines de tal asociación no pueden obtenerse en muchas generaciones, se convierte en una sociedad no solamente entre quienes están vi-vos, sino entre aquellos que ya no están aquí y quienes van a nacer.

En el escenario total de la era en que vivimos hoy, es hora de volver sobre nuestros pasos culturales y repensar lo que pensamos. (O)

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