Periodismo de inmersión

Columnistas, Opinión

La necesidad del periodismo para que funcione la democracia no oculta la situación precaria que vive esta profesión, entre otras cosas, por factores económicos, políticos, tecnológicos,… y por la falta de independencia derivada de todos estos aspectos.

En estas condiciones, los medios de comunicación luchan para adaptarse a las nuevas realidades del público y de un mercado cada vez más fragmentado y exigente, buscando alternativas para mejorar e innovar su desempeño, por canales tradicionales o digitales. En este intento aparece vigente el periodismo de inmersión.

La Real Academia Española define esta palabra como la acción de introducirse en un ambiente determinado. El profesional que irrumpe dentro un contexto que no es el suyo, lo hace con el objetivo de narrar hechos experimentados bajo su propia piel. Para esto, se sumerge en un asunto, durante un tiempo determinado, con el objeto de contar una historia. La intención no es otra que comprender la realidad a través de la observación directa que investiga.

Esta forma de trabajo no es del todo nueva y no está exenta de riesgos de toda índole. En abril del 2021, durante una emboscada, el periodista David Beriain y el camarógrafo Roberto Fraile, que se encontraban rodando un documental sobre la caza furtiva en Burkina Faso, perdieron la vida. El hecho lamentable puso sobre la mesa uno de los últimos debates acerca de los peligros de la inmersión. Posiblemente, algún lector de esta columna se pregunte si, contar una historia justifica perder la vida. La respuesta puede resultar discutida.

No obstante, este no es el único riesgo, también se puede perder el respeto, la confianza y la credibilidad, que son los capitales más preciados que tienen los medios de comunicación y los periodistas o comunicadores en general. El caso Metástasis liderado por la Fiscalía General del Estado deja muchas presunciones, sobre la contaminación de casi todas las entidades estatales, donde los funcionarios de todos los niveles jerárquicos han buscado sacar provecho del dinero de actividades ilícitas.

En este entramado de corrupción también surgen dudas sobre los límites éticos del periodismo de inmersión que realizan algunos profesionales en la búsqueda de historias para narrar al público. No todo es válido ni aceptable, se puede entrevistar a todas las personas, pero figurar como aparentes allegados o gozar de la confianza de los que delinquen, tal vez signifique superar una frontera indebida. (O)

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