El sentir de una economía de mercado

Columnistas, Opinión

Siendo el hombre libre, no lo es del todo pues tiene reguladas casi todas las actividades que le dicen lo que debe y no debe hacer;  hablando de economía la libertad se basa en la capacidad individual de ser empresario o trabajador dependiente y destaca la capacidad de las personas de crearse su propio patrimonio,  entendiéndose como patrimonio no únicamente el material sino también el intelectual; ciertamente los conocimientos son el mejor patrimonio del hombre libre y su reputación profesional su carta de presentación.

Evidentemente, la libertad en su más amplia expresión favorece a la Economía de Mercado, entendiéndose ésta por la organización social destinada a facilitar la producción y el consumo de los bienes y servicios que convergen en la libre oferta y demanda, y con cierta participación del estado para garantizar el orden en el sistema económico pues el mercado está compuesto de individuos y no de santos; considerando además que el Mercado funciona a través del sistema de precios.

Si bien es correcto aceptar que no deberíamos ubicarnos en los extremos de una economía de mercado o de una economía regulada totalmente por el Estado, sí es importante que las señales que se envían o las decisiones que se adoptan tengan coherencia y una determinada dirección. No se puede concebir que, por intereses políticos, personales o de grupos económicos, en ciertas circunstancias sea el mercado el que deba decidir y en otras se le pida al estado que solucione los problemas; es necesario aceptar un punto intermedio en donde Estado participe en determinadas actividades y el mercado en otras, en tal caso lo más coherente es delinear claramente esa línea divisoria que en ocasiones es difusa y poco clara. Debe establecerse que el límite de intervención estatal llega hasta cierto punto, a partir del cual el mercado es el que interviene.

Evidentemente la función del estado en la economía debe ser la de un constructor de institucionalidad y motivador de la iniciativa privada, que permita asociar el mercado con los objetivos de desarrollo del país, promoviendo la competitividad de la economía para hacerla menos vulnerable a los exigentes cambios del entono internacional.

No obstante, para trabajar en conjunto se necesita renunciar a intereses personales, de grupos económicos y de partidos políticos. Es menester tener claro que la estabilidad macroeconómica debe ser un objetivo de estado y que el país está inmerso en una tendencia hacia una economía de mercado, simplemente porque la mayor parte de países del planeta van en esa dirección.

Es importante que se creen instituciones fuertes que puedan ayudar a que se lleven a cabo actividades económicas y que se respeten las leyes. Muchas veces la gente confunde lo que es una economía de mercado con un sistema clientelista donde se favorecen algunos pocos. Estoy de acuerdo en poner fin a las prácticas monopolistas que han permitido que pocos se enriquezcan a costillas de todos los demás. En una economía de mercado donde funcionan bien las instituciones, las empresas no viven del estado, más bien generan empleo, evitan el crecimiento de la informalidad y apoyan el desarrollo del país.

La prosperidad a largo plazo depende de que el país logre mejorar la productividad total de los factores de sus empresas, y por tanto su competitividad internacional como vía para diversificar su economía.  Un marco jurídico e institucional estable, previsible y transparente para el comercio podría ser la clave del éxito.

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