La laguna de Totoras. 1771

Columnistas, Opinión

Este tema realmente lo escribo desde la nostalgia, que para este caso tiene que ver con la impotencia de sentir que hemos desbaratado inmisericordemente nuestro paisaje, nuestro hábitat y lo que nos legó la naturaleza. Imaginémonos lo que había en lugar de ese conjunto de viviendas que se han construido en la cabecera parroquial de Totoras, y que de a poco, será un reducto más de la explosión demográfica que galopa desde la cabecera provincial que es Ambato.

Tomo los datos de un nuevo libro que estoy preparando y que lo llamaré LA HERENCIA INCOMPRENDIDA:

Totoras.- Hoy designa a una parroquia rural de Ambato, desarrollada a orillas de una laguna hoy disecada, donde todavía se verifica la existencia de esa planta acuática llamada totora. En registros del IGM hay una laguna llamada Verde Cocha con referencia a Totoras. Según Mario Cicala 1771,  Ambato tiene (o mejor dicho, tenía) dos lagos de consideración: el de Totoras y uno de los Altos de Píllaro. Totoras “no tiene más longitud de 360 o 70 canas sicilianas y cerca de 120 canas de latitud. En algunas partes hay matorrales de una especie de paja denominada totora, de la cual viene al lago su denominación, y a la comarca… crece a una altura de 12 a 14 palmos, el grosor es de un dedo pulgar, si bien plana y achatada. Cada año los indígenas la cortan a flor de agua, en grandes cantidades de haces, y tejen esteras y abanicos. Aquellas para extenderlas en las habitaciones y aún en la iglesia… además tejen cestas y cestillas muy finas…que proveen para Ambato, Riobamba, Tacunga y llevan hasta Quito…En muchos sitios del lago la profundidad del agua es muy grande.  Luego es increíble la innumerable multitud de patos de diversos colores y especies que existe, pese a que son perseguidos por los cazadores.” (p. 433). Es una lástima su desaparición.

Realmente ha sido la única y más grande laguna de las tierras bajas en las proximidades de Ambato. Si una cana italiana equivalía a un poco más de 1.500 metros estamos hablando de una laguna de 5 km y más  de largo por uno y más de ancho, por las referencias del sacerdote jesuita italiano autor de ese valiosísimo libro que describe nuestros pueblos.

A vista y ojos de las presentes generaciones, hasta finales del siglo XX, y hoy mismo, hemos visto cómo se han ido rellenando los “pantanos” y tapando las totoras con escombros, para realizar edificaciones. Aún hoy, en las trascalles de la cabecera urbana, todavía piden auxilio las últimas plantas sobrevivientes a la torpeza humana liderada por los planificadores de modernidad. A nadie de los inteligentes e inmortales hacedores de la vida administrativa parroquial, cantonal y provincial se le  ha ocurrido honrar su memoria y razón de su nombre, destinando un espacio que rememore la Laguna de Totoras, que sería un motivo histórico y turístico para la actualidad. Nunca los ecologistas y defensores del ambiente han dicho esta boca es mía en estos casos.

La codicia por sacar rédito a la tierra con métodos equivocados va galopantemente destruyendo   esta “herencia incomprendida”. Los herederos modernos no quieren sino dinero. Si heredan un terreno, lo venden. Si lo heredan con árboles, primero los tumban porque estorban a los planificadores de urbanizaciones. Si ven una avenida con parterres y árboles, lo arrancan de raíz para encementar, como ahora mismo han hecho con la avenida de ingreso a la “bella ciudad de Cevallos”. Esto, como muestra de la inteligencia municipal. Vivan las autonomías de la sinrazón. (O)

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