Inteligencia artificial y política
Estamos en la era de mayor tráfico de información en la historia. Según Jaime Durán Barba y Santiago Nieto, en su obra “La Política en el Siglo XXI”, sólo entre 2014 y 2016, la humanidad creó tanta información como toda la acumulada desde la prehistoria hasta el 2014. Al mismo tiempo que avanza la tecnología, en la política (o, mejor dicho, en la politiquería) se han buscado otros mecanismos para seguir causando daño a los contrincantes o atacar a quienes piensan diferente.
Uno de los mecanismos ampliamente utilizados en los últimos días es la inteligencia artificial. Con audios y videos editados por inteligencia artificial, con mucha precisión, se ha logrado poner palabras en la boca de quienes no las han dicho. Antes, se detectaba con facilidad a un imitador de voz o una cara editada manualmente en un video; ahora, diferenciar entre una persona hablando y un sintetizador de voz con un rostro creado y animado por inteligencia artificial es una tarea titánica.
En varios países, e incluso en la Unión Europea, se están promoviendo legislaciones para regular el uso de la inteligencia artificial, con el fin de que se emplee correctamente y no como un arma para dañar reputaciones. Creo que a la humanidad le llevará mucho tiempo adaptarse a estas nuevas herramientas y a los nuevos ataques. Cuando recién aparecieron el internet y las redes sociales, los políticos no sabían cómo manejarlas con una finalidad correcta, pero se fueron adaptando y, hoy en día, las redes sociales son la base, junto al trabajo territorial, de una campaña política.
Con esta columna no pretendo concientizar sobre el uso correcto de la inteligencia artificial, dado que es una tarea imposible. Lo que quiero es que estemos advertidos de lo que se avecina, porque, aunque existan regulaciones y legislaciones al respecto, seguirán existiendo «delincuentes informáticos» que seguirán causando daño a la reputación y el prestigio de las personas. (O)
alvaro.sanchez2012@gmail.com