El que nada debe…
Olón, un pequeño pueblo de la provincia de Santa Elena, está en boca de todos, a partir del problema de orden ecológico que involucra a la casa presidencial.
La ubicación privilegiada de este poblado en la costa del Pacífico, lo convierte en un atractivo turístico. Durante los últimos años, esta comuna experimenta un crecimiento significativo en términos de infraestructura, turismo y desarrollo económico.
Antes de convertirse en lo que es hoy, Olón, era un pueblo pintoresco, cuyas principales actividades giraban alrededor de la pesca y agricultura. Sin embargo, los últimos años, la llegada de proyectos nacionales y foráneos ha generado la transformación del lugar. Este cambio inició con la construcción de nuevas infraestructuras: hoteles y restaurantes, para atender a la creciente demanda turística. Además, fueron implementadas ciertas medidas para mejorar la calidad de vida de los habitantes: programas de educación y capacitación.
Estos antecedentes sientan las bases para comprender el problema que envuelve al gobierno nacional, de cara a la denuncia en contra de una empresa en la que participa la primera dama, Lavinia Valbonesi, cuyo papel debería ser la presencia en eventos oficiales, la participación en programas benéficos y el apoyo al presidente en la toma de decisiones, no la creación de dificultades.
El proyecto inmobiliario respaldado por una empresa de la esposa del presidente y que se ejecutaría en Olón, está en medio de la controversia, que abre inquietudes sobre la probidad legal y ética de la familia presidencial. Este espacio, parte de la cordillera Chongón Colonche, declarado bosque protector, está en la misma provincia donde se levante la residencia del primer mandatario.
Esta polémica surge dada la relevancia ecológica de la zona y por la posible infracción al obtener la licencia para levantar un proyecto inmobiliario dentro de un bosque protector. La organización Sustainable Ocean Alliance considera que el área destinada a la construcción de viviendas, en el Esterillo Oloncito, es un ecosistema frágil que el Estado está obligado a preservar, sobre todo por los manglares de tipo rojo, negro y blanco y la fauna que vive junto a estas especies.
En un momento en el que se descubre cada día nuevos casos de corrupción, el pueblo ecuatoriano merece que el tema sea tratado con independencia y que se determine la verdad, sea cual fuere su costo político. (O)