Deletreando el futuro
Todo apunta a que, en pocos años terminaremos por autodenominarnos “desunidos” porque las circunstancias de crisis agudizadas y sin resolver, vistas las extrañas advertencias y radicalismos asumidos para agrandar el foso y profundizar la herida, no nos permitan ver ninguna otra salida que no sea el mayor endeudamiento fiscal interno y externo, el incremento impositivo inmisericorde y la sumisión-dependencia internacional, para llegar casi al extremo de la dádiva.
¡Un país de riqueza inigualable -caprichosamente- enrumbado hacia un derrotero insondable!
La tozudez ciudadana puesta de manifiesto de la mano de grupos dirigenciales y ecologistas -resolvió lo que resolvió- sin más miramiento que el grito lapidario y ensordecedor en contra de ciertas acciones -a su juicio- de afección intolerable al planeta que, seguramente, celebrará con vítores y pancartas la clausura de un pozo petrolero en plena producción (el primero en el historial petrolero) y con ello, pasaremos a engrosar la quimera del “Récord Guinness” aunque debamos empezar a explicarnos y extrañar la abundancia y el derroche perdidos, porque se aumentará el precio de los combustibles y evolucionará la materia prima con vigor a la importación de productos elaborados, incluidos diésel, gasolinas y más derivados para el consumo nacional.
¡Así vaticinan los expertos!… Y quienes si apenas podemos deletrear la palabra “petróleo” no podemos salir del asombro.
En algo más de medio siglo raudamente pasamos de la “siembra del petróleo” al “taponamiento de yacimientos”. Y sin ninguna garantía vamos más allá, en la desesperación de sabernos queridos y aplaudidos por aquellos que viven y disfrutan del bienestar que sus países desarrollados les prodigan, con base en la explotación racional de esos elementos minerales que hoy se vuelven vedados a nuestros intereses.
¡Pero eso sí! Por cada dólar que disminuya en las arcas fiscales, demandaremos más escuelas, hospitales, profesores, médicos, carreteras, energía, puestos de trabajo, mejoras salariales, seguridad ciudadana, paz, respeto, igualdad y un inacabado listado de derechos, frente a los cuales, no se esgrima casi que ninguna obligación o deber, que no fuere equiparable a la gratuidad.
El facilismo nos está ganando. Y si no reaccionamos a tiempo, tendremos a corto plazo que adoptar decisiones irreversibles, cuyo impacto nos hará recordar la intolerancia que nos condujo a la postración y al abandono.
Sin afincarme en la frase atribuida a Charles Darwin “la progresiva degeneración de la especie humana se percibe claramente en que cada vez nos engañan personas con menos talento” da para pensar. (O)