Juntos y revueltos
La Asamblea Nacional aprobó, el pasado 30 de mayo, una enmienda a la Constitución, modificando el número de votos, para que los asambleístas se ratifiquen en un texto vetado por el presidente de la República. Aunque la enmienda está en trámite desde el 2020, llega justo ahora que, el Ejecutivo vetó totalmente un reforma que pugnaba por conceder licencia sin sueldo a los vocales de la judicatura que estén en prisión preventiva. En la política ecuatoriana, las casualidades no existen.
Los políticos difícilmente aceptan los pactos o alianzas con sus antagonistas y cuando unen fuerza en favor de una ley, suelen defender su actuación, señalando que lo hacen por el bien del país. Es probable que la justificación sea cierta, pero el peor castigo del mentiroso es que nadie le crea.
La propuesta obtuvo 94 votos positivos. En esta votación se unieron nuevamente las antípodas, es decir, la Revolución Ciudadana, el Partido Social Cristiano y el movimiento Construye. En contra solamente votaron los legisladores oficialistas de Acción Democrática Nacional (ADN).
El veto no es otra cosa que la facultad del presidente de rechazar un proyecto de ley aprobado por el congreso, que, en el caso ecuatoriano, se denomina Asamblea Nacional. Este acto implica devolver la ley al poder Legislativo para una revisión adicional, lo que puede conducir a modificaciones o, en algunas circunstancias, a la suspensión del trámite de aprobación. El veto presidencial es un elemento del sistema de gobierno y desempeña un papel crucial en la dinámica política de un país.
El día de hoy, la Asamblea puede ratificar un texto aprobado y que haya sido vetado parcialmente por el mandatario, con la mayoría calificada, es decir, con 92 votos. El cambio consiste que, en adelante, solamente se necesitará mayoría absoluta, esto quiere decir, 70.
Los legisladores que están a favor del cambio aseguran que esto permitirá un mayor equilibrio entre las funciones Legislativa y Ejecutiva. La postura de los detractores es que, se estaría destruyendo la figura de colegislador que tiene el presidente y que, se estaría dando paso a un hiperparlamentarismo.
Más allá de estas opiniones, cabe decir que, los poderes políticos forman mayorías a la carta. Algunas veces son amigos cercanos y otras veces se convierten en enemigos irreconciliables. Pero, casi nunca aceptan estar aliados cuando hay urgencia de hacerlo, caminan juntos y revueltos. (O)