Populismo contagioso
Todo contagio es potencialmente peligroso, la pandemia del Covid-19 nos dejó grandes lecciones. De manera análoga, el populismo es una enfermedad que se expande.
Esta forma de hacer política se caracteriza por la manipulación de las masas en cuanto a intereses, anhelos, expectativas y necesidades de personas o grupos específicos, sin garantizar los canales efectivos para llegar a la concreción de las ofertas realizadas al pueblo. Populismo, una palabra multiforme y, en ocasiones, confundida con carisma, aunque no son términos semejantes; su origen podría remontase a la Rusia zarista, cuando este territorio se convirtió en imperio. Inicialmente fue utilizado para describir la producción de algunos pensadores de finales del siglo XIX. Pero, a lo largo de los años, se aplica desde puntos de vista descriptivos, peyorativos e intencionados, lo que facilita su uso y lleva a malos entendidos.
Los populistas, suelen manipular a través de la propaganda, el objetivo es construir una realidad alternativa, dentro del marco de la lucha encarnizada entre conservadores y progresistas; ricos y pobres; buenos y malos. Los políticos populistas, ya sea de derecha o izquierda, alimentan su ego, inspirados en una forma de conducción carismática de los grupos sociales, implantando la imagen de un líder poco más o menos que infalible, irrefutable, incuestionable, casi todopoderoso…, que alecciona y decide fascinado por los aplausos de sus adeptos y descalificando todo tipo de oposición ¡Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia!
Dentro del sistema político ecuatoriano, determinados partidos y movimientos, algunos consolidados y otros advenedizos, son capaces de propagar exitosa e intensamente discursos y políticas de tinte populista, logrando sumar adhesiones y generar simpatías, incluso dentro de otros grupos que no son de su misma especie. El populismo es contagioso.
Esta forma de hacer política no tiene resultados positivos a largo plazo. Aun así, nunca deja de haber actores que siguen el mismo libreto. La seducción populista tiende a ser una práctica endémica. Por ejemplo, acarrear servidores públicos para respaldar un informe a la nación; pregonar rebajas, bonos o ayudas económicas cuando la economía del país está en la ruina; multiplicar de forma exponencial la publicidad, posicionando la narrativa de haber construido un nuevo país, cuando no es verdad; buscar enemigos en todo lugar; vivir en constante delirio de persecución; entre otras cosas. Faltaría reinaugurar las sabatinas semanales. No es posible tener un gobierno distinto, haciendo lo mismo de siempre. (O)