Vacios de moral  

Columnistas, Opinión

Hace 140 años, Nikola Tesla dijo: “Si quieres encontrar los secretos del Universo, piensa en términos de energía, frecuencia y vibración.” Esta pequeña frase encierra lo que podría ser la mayor verdad revelada en términos científicos, porque gracias a ella finalmente lo entendimos… todo. Hay quienes la simplifican solo a tres palabras: “Todo es energía” que también es correcto.  

Pero, ¿qué quiere decir?, ¿en realidad, absolutamente todo es energía o hay excepciones? 

Para explicar estas preguntas, debemos asirnos a uno de los descubrimientos científicos más asombrosos de todos los tiempos: el átomo. Todos sabemos que el Universo completo, incluido usted, está compuesto en su esencia más primaria por átomos: electrones, protones y neutrones. Ahora bien, como muchos sabrán, cada átomo es 99,9999999999 % vacío, es decir, hay muchísimo espacio entre el núcleo y los electrones que lo orbitan. Para hacernos una idea, si el núcleo fuese del tamaño de la punta de un alfiler y estuviera en el centro de un enorme estadio, los electrones, del grosor de un pelo, bordearían las afueras del coloso. O sea, como puede ver, lo que más hay en cada átomo es espacio. 

Por eso, cuando tocamos algo, en realidad no lo estamos tocando, tocamos vacío. Pero, si toca vacío, ¿cómo es que siente las cosas que toca? Por las cargas eléctricas del mismo signo que se repelen, porque en verdad lo que toca no es nada sólido sino únicamente energía (positiva o negativa) que emiten tanto los átomos de las cosas que nos rodean como los átomos de su propio cuerpo que se comportan como dos imanes con la misma carga y que al tratar de unirlos se disparan en direcciones opuestas por sus fuerzas repulsivas. 

En conclusión, si toda la materia (sólida y no tan sólida) que vemos, tocamos y sentimos es vacío, entonces lo que la une y configura como tal es la energía, la frecuencia y la vibración. Por lo tanto, sí, Tesla tenía razón. 

El asunto es que ese vacío brutal de cada átomo parece haberse replicado en vacío moral en la mayoría de consejeros del CPCCS, en especial del otrora digno Juan Esteba Guarderas, quienes, entre gallos y media noche, como es habitual cuando se pretende burlar la decencia, designan como nuevo titular del Consejo de la Judicatura a un individuo con evidentes vinculaciones al crimen organizado, al narcotráfico y consecuentemente a organizaciones políticas que los apoyan.  

Y aunque Guarderas trate de justificarse, su moral, es decir lo consistente, lo que realmente vale la pena, al igual que el núcleo del átomo, es tan insignificante que alcanzará apenas el 0,0000000001 % de su esencia, o sea, nada, y sin embargo, así, sin moral ni decencia, deciden cuestiones trascendentales de la política ecuatoriana haciéndoles el juego a políticos mafiosos. (O)

mariofernandobarona@gmail.com 

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