Rumbeando en política
Se retoma y con fuerza, la urgencia de encontrar justificaciones que devuelvan a la vieja práctica del cuestionamiento a ultranza, con el solo propósito de demeritar a potenciales candidatos y veladamente favorecer a otros, dependiendo de la línea que el ojo siga, o la lengua deguste.
En esa visión dual, lo más seguro será volver a equivocar el rumbo porque se continuará exigiendo -desde el papel- por el candidato idóneo, el programa político que nos calce y calme; así como, por la inminente llegada de soluciones a todos los problemas que aquejan a la nación, desde antes de su nacimiento como república.
Probablemente se acogerá nuevamente ese fenómeno en el que las apariencias y las tácticas de distracción juegan un papel fundamental en la percepción pública de líderes y partidos, conocido como ilusionismo político, para dar rienda suelta a propias aspiraciones en las que, “ilusionista, político y partido” puedan utilizar diversas estrategias para desviar la atención de los problemas reales o crear una imagen favorable que no necesariamente se corresponda con la verdad.
En un mar de opciones, la ausencia de líderes, partidos consolidados y proliferación de movimientos expande el abanico y contribuye al suceso.
Las alianzas especulativas en el ámbito político (acuerdos estratégicos entre partidos, líderes y grupos con el objetivo principal de obtener beneficios mutuos a corto plazo), más que por afinidades ideológicas o programas coherentes de gobierno, toman forma y se posicionan en el escenario nacional.
Sin líderes fuertes, carismáticos y visionarios. Sin partidos políticos cohesionados y convencidos de su doctrina. La recurrencia a tácticas de marketing político y manipulación mediática para generar o mantener relevancia, incluirán promesas grandiosas que rara vez se cumplen y discursos fatuos diseñados para emocionar más que para informar.
El país seguirá entonces apostando por el Mesías que de pie al verdadero cambio.
En ese panorama ¿qué nos puede ocurrir? Pues que continuemos abonando en favor de la fragmentación política y abriendo espacio para que vuelvan los escándalos fabricados, campañas de desinformación y ataques a oponentes políticos en lugar de presentar propuestas sustanciales.
No abordar problemas estructurales, y enfocarse en temas superficiales o crear narrativa que favorezca y permita alimentar noticias falsas, vía exageración de logros menores y minimización de errores o fracasos, será el modus operandi para maniobrar los medios y agravar la desconfianza y el cinismo.
Es hora de dejar de vender humo a la gente y asumir con responsabilidad la urgencia de ajustar el mundo político, empezando por reconocer la importancia del partidismo ideológico y exigir se trabaje con mística, vocación y compromiso. (O)