Klever Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

El oscurantismo, el secreto, y aún la culpa, han rodeado secularmente el hecho de la menstruación femenina. Las religiones, la concepción machista del mundo, y la ignorancia e incomprensión, han determinado que, hasta hace pocas décadas, el ciclo menstrual, se haya considerado únicamente, en su faceta de instrumento de la reproducción, sin atender a los signos y síntomas que se derivan de ella, y que hoy se concibe como un cuadro clínico, con sus causas, consecuencias y tratamiento.

El denominado Síndrome de Tensión Premenstrual (STPM), es uno de los capítulos más controvertidos ya que sus síntomas son variados, dispares, y diferentes de una mujer a otra. A nivel internacional es motivo de un intenso debate y en la última década ha despertado un gran interés en muchos investigadores ya que se advierte sobre la urgente necesidad de realizar investigaciones más exhaustivas sobre las causas del STPM ante el actual fracaso terapéutico.

Existen muchas hipótesis para explicarlo, pero no se sabe con exactitud. Hay teorías que hablan de una respuesta anormal del organismo a los niveles normales de hormonas ováricas, otras lo relacionan con deficiencias nutricionales de ácidos grasos esenciales, o bajos niveles de calcio y magnesio. Se han considerado también factores genéticos, culturales, psicológicos, y sociales, pero lo más aceptado, es que el síndrome premenstrual esté determinado por la suma de factores físicos, psicológicos y sociales. No obstante, es interesante resaltar que, posiblemente, la respuesta hormonal sea un factor determinante, toda vez que el síndrome premenstrual, es padecido por mujeres de todas las culturas, y clases sociales, independientemente de situaciones económicas, nivel académico o situación geográfica. 

Los efectos multisistémicos de los mediadores inflamatorios sintetizados en cantidades anormales debido a la señalada patología ginecológica, ya sea inflamatoria o endometriósica, explicarían los síntomas variados de este síndrome. Se ha señalado que las deficiencias de vitaminas, minerales y desequilibrios dietéticos pueden empeorar los síntomas, así como también influye la vida sedentaria, habiéndose observado un cierto alivio con la actividad física regular. Se refiere que un estrés agregado constituye un factor importante en la agravación de este cuadro clínico.

Los cambios físicos más frecuentes son tensión mamaria, dolor abdominal, hinchazón en cara, abdomen y manos, dolor de cabeza, rigidez muscular, dolores, calambres abdominales, cambio del apetito, necesidad de ingerir dulces, estreñimiento o diarrea, palpitaciones, perturbaciones en el ritmo sueño-vigilia, cambios en el interés sexual, malestar difuso, migrañas, acné, urticaria, etc.  Cambios psíquicos como depresión, sentimiento de tristeza, cansancio, letargia o fatiga, intranquilidad, ánimo irritable, ansiedad, deseos incontrolables de llorar, dificultades en la concentración, torpeza, etc.

La Medicina Tradicional Oriental y en particular la Acupuntura con Moxibustión, hace que progresivamente desaparezca definitivamente este síndrome mejorando generosa e inofensivamente la calidad de vida de las mujeres que viven con esta pesadilla mensual. (O)

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