Sin temor a equivocarnos

Columnistas, Opinión

El país necesita reconstruir la confianza y restaurar la esperanza; superar la crisis y consolidar la democracia.

Hay posibilidades concretas y condiciones inciertas para que aquello acontezca. Y muy probable que se logre a través de acciones urgentes, con base en un compromiso nacional por la paz y el desarrollo, cuyo prólogo y epílogo sea el inclaudicable combate y exterminio de la narcoviolencia y corrupción enquistada en el narco estado al que -maquiavélicamente- nos han conducido.

Se dirá que es un tema a debatir y decidir. Ciertamente es así y por ello, sin desconocer lo que a la fecha -venciendo obstáculos- se ha realizado, el concurso de todos los ecuatorianos es tanto más urgente, inaplazable e indispensable.

Sobre todo el de los jóvenes, cuyo involucramiento resulta crucial de cara a precisar esos postulados, tanto como, la efectiva localización de una agenda de largo aliento que incluya reactivación económica, espacio laboral e inversiones y cooperación internacional para asegurar el cumplimiento de los fines del estado.

El próximo dos de octubre vence el plazo para la inscripción de candidaturas y una tensa calma flota en el ambiente.

Los interesados “guardaditos se ven mejor” y con las primeras encuestas corridas, circulan rumores de posicionamientos y respaldos específicos, revisiones y ajustes de nombres y puestos, e incluso potenciales alianzas que, finalmente, no eclipsan el rubor de la suposición y quien sabe si finalmente se atrevan a contradecir la visión de todo un pueblo.

La guerra informativa y deformatoria ha dado inicio.

Pero, por incómodo que parezca, si no cambiamos nuestra perspectiva, no estaremos a la altura del desafío.

Porque el futuro solo se verá a través de la lente de jóvenes, adultos, mayores y autoridades comprometidas que nos convoquen a conectar la experiencia con su potencial advertencia y percepción de capacidades que no todos podemos ver.

Para que ocurra, hay que conocer a la población, saber donde está, descubrir sus formas de comunicación, usar sus canales; y, finalmente, hablarles en un idioma comprensible y sin subterfugios decirles la verdad, por más amarga que fuere, confiando en que su entendimiento esté abierto y dispuesto a escuchar y valorar.

Un país de extraordinaria biodiversidad y riqueza natural, con una multiplicidad de ecosistemas en un territorio relativamente pequeño no puede dejarse morir por el capricho e ineptitud de politiqueros.

Pues a pesar de contar con una riqueza cultural inmensa, etnias, tradiciones y una herencia hispanista que se refleja en sus pobladores, costumbres, ciudades y pueblos, no terminamos de cruzar el umbral del pacto social con la honestidad y el desarrollo.

Es hora de empeñarnos y dar el gran salto. No desviemos la atención ni equivoquemos el voto. (O)

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