Aterrizaje forzoso
Ayer charlando con mi hija me decía: ¡cómo “corre” el tiempo! ya mismo otra vez Navidad, el tiempo parece que pasa más rápido, cómo va uno cambiando y cada vez te das cuenta lo fuerte que necesitar ser para vivir en este mundo de locos. Y le decía pues siéntete feliz por ir descubriendo aquello, ya que mientras más fuertes sean tus pruebas, más grandes serán tus victorias. Los retos son lo que hacen la vida interesante, y superarlos es lo que hace que la vida tenga un significado. De hecho, la felicidad en la vida depende de la calidad de nuestros pensamientos y de la voluntad del alma, éstos se unen para dar forma al carácter. Y como sabemos el carácter no se desarrolla en la calma y la tranquilidad si no solo a través de la experiencia, experimentando dolor y sufrimiento. Inmediatamente recordé aquella historia de las tres cosas que aprendió Ric Elías que estaba en primera fila mientras se iba a estrellar su avión e hizo un aterrizaje forzoso en el río Hudson en Nueva York en enero de 2009 y se salvó.
Él contaba: “Imaginen una gran explosión cuando están a 900 metros de altura. Imaginen un avión lleno de humo el motor con ruido extraño que luego se apagó, el piloto alineo el avión al río y dijo: ¡prepárense para el impacto! En ese momento aprendí tres cosas: Aprendí que todo cambia en un instante. tenemos una lista de cosas para hacer antes de morir, cosas que queremos hacer en vida, y pensé en toda la gente a las que quería decirles que las quería y no lo hice, todos los errores que quería reparar. Ya no quiero aplazar nada en la vida. Segundo, pensé…siento un gran pesar. He vivido una buena vida, en mi humanidad y con mis errores. He tratado de mejorar en todo lo que hice. Pero en mi humanidad, también di lugar a mi ego. Y lamenté el tiempo que desperdicié en cosas que no importaban con gente que sí importaba. Y pensé en relación con mi esposa, con mis amigos, con la gente. Y después, como medité sobre eso, decidí eliminar la energía negativa de mi vida. Ahora no es perfecta, pero es mucho mejor. Ya no peleo con mi esposa. Se siente de maravilla. Ya no trato de tener razón. Elijo ser feliz. Y finalmente lo tercero que aprendí, mientras mi reloj mental iba descontando, 15, 14, 13, viendo el agua aproximarse tuve la sensación de que morir no da miedo, pero fue muy triste. No me quería ir, amo mi vida. Y esa tristeza se enmarcó en un único pensamiento, que es: ojalá pudiera ver a mis hijos crecer, lo único que importa en mi vida es ser un gran padre. La única meta que tengo en mi vida es ser un buen padre. Se me concedió el milagro de no morir ese día. Y se me concedió otro regalo, que fue la posibilidad de mirar al futuro, y volver y vivir de otra forma. A ustedes que están volando hoy les desafío a que imaginen que lo mismo les pase en su avión (que no sea así), pero imaginen: ¿qué cambiarían? ¿qué es lo que harían que aún esperan hacer? ¿piensan que van a vivir para siempre? ¿cómo cambiarían sus relaciones y la energía negativa en ellas? Y lo más importante: ¿están siendo los mejores padres que pueden? Gracias.” (O)