MADRES DOROTEAS
noble tierra de Napo, antes de llegar aquí en 1922 estaba de párroco en Roma y allí según dejó escrito más tarde Monseñor SPILLER tuvo la oportunidad de conocer a una Congregación femenina muy virtuosa y muy decidida para las obras misionales: era la Congregación de las Madres Doroteas fundada en Vicenza en 1836 por el Santo Obispo Monseñor GIOVANNI FARINA.
Fue Monseñor CECCO quien quiso, pidió e insistió para que la colaboración de las Madres Doroteas abriesen sus horizontes apostólicos hacia esta morada encantadora del Oriente Ecuatoriano: Vengan y verán.
Por su parte el fundador de ellas, les diría en ocasión de la despedida: ¡Id, verdaderas apóstoles de la Cruz, yo os acompañaré!.
A las seis primeras misioneras (MARGARITA COSTA, LIUDUVINE PERAZZOLO, ERASMA SBICEGO, MISERICORDIA FEGON, IRENE MENIN, BESILLA ANDRETTA) junto con los dos Josefinos que habían llegado con ellas desde Italia (P. PEDRO SAVIO y P. CARLOS VERDOIA), les quedaba el recorrido desde Guayaquil, por Pelileo, Baños y Puyo para llegar a la anhelada Tena el 15 de Mayo de 1924. 16 horas en tren, 13 horas a caballo, 8 días de viaje a pie a través de la selva, de los cuales 3 en el lodo, más 3 horas de canoa y por fin, Tena. Le recibieron con una banda de tres instrumentos y con la alegría de todos, según lo sintetizó el P. PEDRO SAVIO.
A la madre PIA MARGARITA COSTA ( una de las primeras seis misioneras) se le debe la fundación de las varias comunidades femeninas en todo el Vicariato. Poco a poco este exiguo número de hermanas se incrementó con nuevos refuerzos y vocaciones locales hasta formar una Comunidad vigorosa, de tal modo que se pudo fundar otras comunidades fuera del territorio misional, como en Quito, San Rafael, Ambato y Guayaquil.
Los Misiones Josefinos y el pueblo en general reconocen agradecidos que la fecundidad de la obra evangelizadora en la misión de Napo, la deben en gran medida a las Madres Doroteas hijas de los SS.CC., con su capacidad de acercamiento a la mujer indígena y colona, con su vida sacrificada, gozosa y profundamente religiosa, con la valentía y atrevimiento incluso en los largos y difíciles viajes a pie, en canoa, en tarabita, con su esfuerzo de inculturización para poder evangelizar la cultura del lugar e inculcar el Evangelio.
Si, se conoce la humildad exquisita y la caridad entrañable de las madres Doroteas, desde la labor escondida ( pero tan importante) en la cocina y en la ropería, hasta en los más altos niveles de la responsabilidad en la educación y en la Salud.
A los quince días de su llegada al Ecuador las primeras Doroteas, escribían a la Madre General: Vengan, vengan otras misioneras, porque hay trabajo para todas, si viera madre ¡ cómo nos dan lástima los padres misioneros!. Llevan sotanas rotas, les falta todo y trabajan muchísimo, pero están siempre contentos y felices de poder padecer para la Gloria de Dios, con semejantes ejemplos ¿ Cómo podríamos quejarnos?.
Vastos horizontes siguen abriéndose para las Madres Doroteas: la niñez, la juventud indígena y colona va creciendo cada vez más en planteles educacionales particulares y fiscomisionales. Los pacientes acuden numerosos a los hospitales donde la presencia humanizante y el trato espiritual y del personal parecen aliviar por sí mismos el dolor y las heridas. (O)